A los pobres: la mirada, el tiempo, el corazón y los bienes para vivir!

Autor: Arlindo Pereira Dias, SVD
Tema: El pobres
Idioma: Inglés, Español
Editorial: VivatDeus.org
Año: 2023

A partir del 2020, aún en plena pandemia, el proyecto “Rede Rua” (La Red de la Calle) -una iniciativa de los Misioneros del Verbo Divino, las Misioneras Siervas del Espíritu Santo, los laicos y las laicas, así como otras congregaciones religiosas, junto con la pastoral social de la Archidiócesis de São Paulo y la Pastoral de la Gente de la Calle- iba buscado una manera especial de vivir la Jornada Mundial de los Pobres, propuesta por el Papa Francisco, en comunión con las personas que viven en la calle, que son los más pobres entre los pobres de la ciudad. Fue una oportunidad más para orar, convivir, comer y celebrar juntos la fraternidad que nos une.

En nuestras conversaciones durante la preparación de este día, notamos que el uso de la expresión “Día del pobre” estaba causando cierta vergüenza entre muchas de las personas que asisten a nuestros proyectos. Afirman que para ellos „el Día del pobre” debería ser todos los días. El empobrecido que vive en la acera y duerme sobre un suelo duro, o sobre un cartón que suaviza un poco su sueño nocturno apenas se despierta y ya tiene en su cabeza parte del Calvario que vivirá a lo largo del día: encontrar dónde desayunar, almorzar o cenar, ducharse, lavar parte de la ropa que aún no ha sido abandonada en el camino por falta de condiciones para reutilizarla, y dedicarse a la mendicidad o salir en busca de espacios públicos o privados que ofrezcan estos servicios. A los ojos de quienes lo tienen en abundancia, suena como si fueran gente perezosa que se pasa el día holgazaneando y chupando de la sociedad lo que necesitan para sobrevivir. Antes de eso, la estructura capitalista ya le había quitado el derecho al cariño familiar, al amor de padre y de madre, al trabajo, a la vivienda, a la salud y a la educación y a la dignidad que le infundió Dios.

En su mensaje para 2023, el Papa afirma que esta celebración es para nosotros una oportunidad de ser “signo fecundo de la misericordia del Padre”, y la posibilidad de “descubrir cada vez más el contenido central del Evangelio”. El tema de este año, tomado del Libro de Tobías (4, 7) es una provocación para toda la Iglesia: “No apartes tu rostro del pobre”. Hay muchas miradas hacia los pobres que provocan reacciones verbales o corporales y que pueden ser de acogida y cercanía o de rechazo y eliminación, según el color, el origen, la nacionalidad o  las características biológicas. Se mezclan con la violencia institucional impuesta por el Estado que niega a los pobres sus derechos básicos: alimentación, vivienda, tierra, trabajo, salud y educación e incluso ejerce violencia contra ellos. La ausencia de estos derechos básicos quita dignidad y deja a un gran número de los pobres viviendo en la acera.

Para reflexionar sobre el tema, el Papa Francisco propone un “episodio de vida familiar” de la Biblia. Nos presenta a Tobías despidiéndose de su padre Tobit para emprender un largo viaje. El padre, temeroso de no volver a encontrar a su hijo, desde su propia experiencia de pobreza, ceguera y deportación a Nínive, deja a Tobías su testamento espiritual: “No apartes tu rostro del pobre”. Su situación de pobreza le permite reconocer a los pobres que encuentra en el camino. “No importa el color de la piel, la condición social, la procedencia. Si soy pobre, puedo reconocer quién es el hermano que realmente me necesita. Estamos llamados a encontrar a cada pobre y a cada tipo de pobreza, sacudiendo de nosotros la indiferencia y la banalidad con las que escudamos un bienestar ilusorio”, concluye el Papa. Sin una civilización de austeridad, donde cada persona disfrute sólo lo necesario para que la gran mayoría pueda tener su parte de supervivencia, estaremos abocados a la barbarie y a la desaparición.

Por mandato de Jesús en el Evangelio, los pobres que viven alrededor de nuestras parroquias o conventos deben pertenecernos, ser carne de nuestra propia carne. Ellos deben ser el motivo de nuestro cuidado, de nuestro cariño y de nuestra amistad, ya que son el mismo Jesús que encontramos en el Sagrario y que nos espera en cada esquina, ya que vivimos en una sociedad opulenta que crea multitud de empobrecidos cada día. Ya no es posible ignorar a los pobres individualmente, pero sobre todo no es posible ignorar los focos de pobreza causados ​​por la concentración de la riqueza en manos de individuos o grupos privilegiados.

El papa Francisco nos advierte que vivimos un momento histórico que no favorece la atención a los más pobres, por eso todo cristiano está llamado a involucrarse personalmente. Los empobrecidos tocan las ventanillas de nuestros coches en los semáforos, nos arrebatan los móviles de las manos, nos hacen tropezar con sus cuerpos, heridos en cuerpo y alma, o llaman a nuestra puerta y gritan pidiendo ayuda. Parte de las iglesias cristianas se han embarcado en el camino de la prosperidad como fórmula mágica para resolver la flagrante y violenta desigualdad social, como si Dios pudiera, por arte de magia, remediar las injusticias milenarias que nos han llevado hasta este punto. La prosperidad no se corresponde con el llamamiento a la fraternidad y a la austeridad propuestas en el Evangelio y con la forma clara en que Jesús vivió y se relacionó con los excluidos y marginados de su tiempo hasta el punto de “no tener dónde recostar la cabeza”. La pobreza es un valor que debemos cultivar, el empobrecimiento es una anomalía que debemos combatir y erradicar de nuestro entorno. La pobreza voluntaria es evangélica, el empobrecimiento es resultado del egoísmo y de la astucia humana, que convierte a los demás en objeto de interés y provecho.

El llamamiento del Papa al proponer la Jornada Mundial de los Pobres se dirige en particular a todos aquellos que, de un modo u otro, viven con mayor comodidad en relación con las condiciones materiales y económicas de la mayoría. Pero también es un llamado a las iglesias para que pongan a su disposición el tiempo, la atención y las estructuras para promover la vida. Lo mismo debe decirse de los legisladores en su compromiso de redactar leyes y emprender políticas públicas que eliminen la vergonzosa brecha entre los ricos y los pobres. Si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús, tenemos que transformar nuestras parroquias en espacios acogedores, en ambientes en los que la mirada y la atención de cada creyente y de cada comunidad en su conjunto se centren en los pobres que rodean nuestros territorios. Cada parroquia debe considerar y tratar a los pobres de su territorio como sus feligreses. Además de satisfacer sus necesidades materiales, encontrar formas creativas de integrarlos a la vida espiritual y emocional de la comunidad, organizándolos en grupos similares para que se puedan buscar políticas públicas que, en el mediano plazo, nos conduzcan a una sociedad menos desigual.

A menudo, dice el Papa, estamos demasiado apresurados con nuestras preocupaciones y tareas y no encontramos tiempo para actuar como el Buen Samaritano – interrumpir nuestra agenda y ayudar a los que han caído en el camino. El compromiso de todos con esta urgente tarea es necesario para que dejemos a las generaciones futuras un planeta más habitable y sostenible. Francisco nos advierte que “La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente”. Para él, el camino para erradicar la pobreza es “actuar con y para los pobres”. Y advierte que no caigamos en la retórica al hablar de los pobres ni cedamos a la insidiosa tentación de “quedarse en las estadísticas y en los números”: “Los pobres son personas, tienen rostros, historias, corazones y almas. Son hermanos y hermanas con sus cualidades y defectos, como todos, y es importante entrar en una relación personal con cada uno de ellos”. El sufrimiento, el hambre, el abandono y la violencia que sufren a diario los pobres, tanto por parte de las autoridades públicas como de las fuerzas de seguridad, son reales y no virtuales. 

Otro aspecto que Francisco destaca es la necesidad de un compromiso político y legislativo „serio y eficaz”. A pesar de la incredulidad de una gran mayoría en el camino político de transformación, los cambios duraderos y efectivos pasan y se suceden gradualmente.

Afortunadamente, el Papa nos recuerda que “son muchos los hombres y mujeres que viven entregados a los pobres y a los excluidos y que comparten con ellos”, personas de todas las edades y condiciones sociales que practican la hospitalidad y se comprometen a promover a los sectores excluidos y marginados. Son los “vecinos de casa” que encontramos cada día y que, en silencio, se hacen pobres con los pobres: “No se limitan a dar algo; escuchan, dialogan, intentan comprender la situación y sus causas, para dar consejos adecuados y referencias justas”. Están atentos a las necesidades materiales y espirituales, es decir, a la promoción integral de la persona, proporcionando tantos gestos de acogida silenciosa presentes en la generosidad del voluntariado de todas las iglesias o personas sin vínculos confesionales o institucionales.

Lamentablemente, la situación global nos está introduciendo en nuevas formas de pobreza provocadas por los escenarios bélicos que se multiplican en todo el planeta, privando a los niños de “un presente sereno y de un futuro digno”. “Nadie podrá acostumbrarse jamás a esta situación; mantengamos vivo cada intento para que la paz se afirme como don del Señor Resucitado y fruto del compromiso por la justicia y el diálogo”, insiste el Papa.

En una de las visitas del Cardenal de São Paulo, Dom Odilo Scherer, al proyecto Rede Rua, José Carlos (Zeca), miembro del proyecto Chapelaria Social, que ya vivió en la calle, definió muy acertadamente lo que entiende por misión de la Iglesia:

“La iglesia tiene que ser la boca de Dios en el mundo para caminar, hablar y luchar, enfrentar a las autoridades contra las injusticias que se hacen a los pobres en las calles, a las personas necesitadas, a los enfermos, a los postrados, a los que están tirados en las aceras, sucios, orinados, con esa gente que la sociedad quiere matar. La Iglesia tiene que ser la boca de Dios en el mundo para luchar, porque esa alma que está ahí tirada en el suelo es algo muy precioso, ¡es algo de Dios! A la persona que está tirada ahí en la acera, un día cuando nació, le dijeron ¡vaya, qué cosa tan maravillosa!, ¡qué cosa tan hermosa de Dios!, ¡qué cosa tan perfecta de Dios! Ella no nació para la miseria. Tiene que luchar por la justicia social, por los heridos y enfermos. ¿Acaso sabes qué es una ducha para un ‘chico’ en la acera? Esto lo he experimentado en mi propia vida, en mi propia piel, es muy bueno, muy bueno, la palabra de Dios dice: “Feliz el que cuida del desvalido: el Señor lo librará en el día aciago” (Sal 41, 1). 

 

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