El Viernes Santo nos invita de manera especial a unirnos a Jesús en su Pasión contemplando su sufrimiento y reconociendo en el su gran amor por nosotros. La cruz y el sufrimiento son elementos importantes en la espiritualidad de San José Freinademetz. En una conferencia a un grupo de catequistas en 1893, dijo: “Hay un camino que todos aquellos que quieren llegar a ser santos deben tomar. Me refiero a la contemplación del amargo sufrimiento de nuestro Señor Jesús.”

Él mismo recorrió este camino. No sólo había contemplado a menudo la Pasión de Jesús en las Sagradas Escrituras, sino que también había experimentado por sí mismo lo que significa: “Bienaventurados seréis cuando sois insultados, perseguidos y negados de todas las formas posibles por mi causa”. Cuando defendió a un catequista injustamente condenado ante el mandarín, un alto funcionario chino en la ciudad del distrito de Tsaohsien, y exigió su liberación, casi lo matan a golpes cuando salía de la ciudad. Describió lo que experimentó allí el 23 de mayo de 1889 en un informe detallado a su obispo:

“Me arrancaron los cabellos, me retorcieron los brazos y me arrastraron por un largo camino por la calle principal de la ciudad. Pensé que mi última hora había llegado. Pensé mucho en el Salvador que llevaba la cruz mientras era arrastrado por las calles de Jerusalén y me consideraba afortunado de poder compartir su vergüenza. Al mismo tiempo, tenía miedo de las próximas torturas y suplicaba constantemente por fuerza.”

En otra ocasión escapó por poco de la muerte cuando la misión de Puoli fue asediada por los insurgentes en julio de 1900. No pudo resignarse a refugiarse con los otros misioneros extranjeros mientras los cristianos locales tenían que esperar lo peor. Entonces, decidió perseverar con ellos en su mayor necesidad. En un informe que luego envió a Europa para su publicación, compartió los dramáticos acontecimientos con los lectores:

“Los mil o más residentes y refugiados fueron todos a los Santos Sacramentos. Logré que las grandes masas rezaran juntas constantemente en la iglesia. El otro día alternaba entre rezar el rosario y el Vía Crucis sin interrupción, y todos se prepararon para la muerte. Dios vio lo que se oraba y lloró.”

Estos hechos se mencionan también en una placa conmemorativa colocada en la iglesia de Badia hacia 1925. En ella se afirma que “en 1900, bajo la mayor persecución, casi alcanzó la corona del martirio”. Esta placa, donada por su sobrina Albina Frenademez, es el primer testimonio de veneración pública en su tierra natal. Recuerda a todos que “Badia puede recordar a su gran hijo e intercesor ante Dios”.

La cruz y el sufrimiento se mencionan en muchas de las cartas de Joseph Freinademetz a su tierra natal. A menudo les animaba a aceptar su propio sufrimiento sin desesperarse por ello. Por ejemplo, en una carta a su ahijado Franz del 25 de junio de 1905: “Ánimo, pues, y llevad la cruz que el Señor os envía a todos; siempre será más pequeña que la que Dios mismo llevó por nosotros”.

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Michael Ertl nació en Alemania en 1966. Ingresó en la Congregación del Verbo Divino en 1989. Tras formarse como asistente pastoral y profesar los votos perpetuos en San Gabriel (Viena), pasó tres años en Chile, donde trabajó en la pastoral parroquial y escolar. De vuelta a Europa, pasó 14 años en una comunidad contemplativa en Bélgica y ejerció como maestro de novicios en Berlín. De 2018 a 2022 fue director espiritual del “Centro Ad Gentes” de Nemi. En 2022 fue trasladado a ITA y desde entonces vive en la casa de San José Freinademetz en Oies.