El 5 de octubre de 2003, José Freinademetz fue canonizado junto con Arnoldo Janssen por el Papa Juan Pablo II. En su homilía, el Papa citó una carta escrita por el santo a sus padres en octubre de 1878 desde Steyl: “No considero la vida misionera como un sacrificio que hago a Dios, sino como la gracia más grande que Dios me da”.

Aunque no sea una de las palabras más conocidas del nuevo santo, sí es ciertamente la más importante en relación con su vocación misionera. Aunque se le exigirán muchos “sacrificios” a lo largo de su vida como misionero en China, vive consciente de que está llamado a hacer conocer a todos los hombres el mensaje del amor de Dios.

Pero ¿dónde están las raíces de su vocación misionera? Una personalidad importante en este camino fue el padre Johannes C. Mitterrutzner del monasterio de Neustift. José Freinademetz durante varios años fue su alumno en la escuela primaria de Brixen, donde cursó varias materias. J. Mitterrutzner, que prestó destacados servicios a la misión de África Central, estuvo en contacto con varios misioneros de la diócesis de Brixen y también leyó repetidamente sus cartas a sus alumnos. De esta manera promovió la idea misionera no sólo en la escuela primaria dirigida por su monasterio, sino en toda la diócesis y aún más allá de ella. Años más tarde, son las cartas de Freinademetz las que llegarán al profesor Mitterutzner desde China.

Una vez, cuando nuestro santo era alumno escuchó durante la liturgia del Viernes Santo las palabras del profeta Jeremías: “los niños rogaban pan y no había nadie que se lo partiera”. Uno de los compañeros de estudios confesó que estas palabras impactaron mucho al joven Freinademetz. En otra ocasión, mientras estaba parado en la ventana de la sala de estudio y miraba hacia afuera, le pareció ver niños extraños a lo lejos llamándolo: “¡Ven y ayúdanos!”. Más tarde, en el seminario de Brixen, dedicó uno de sus sermones de práctica al tema de la misión. Así, José Freinademetz habrá pensado una y otra vez en una posible vocación misionera, tanto durante su estancia en el liceo como posteriormente en el seminario.

Por eso, no sorprende cuando en diciembre de 1891 escribe desde China a su sobrino, Pedro Freinademetz: “¡Qué alegría sería para mí y qué gran gracia para ti si más tarde vinieras a China como misionero! Puedes orar por esta gracia desde ya, como lo hice yo cuando era un pequeño estudiante, igual que tú ahora. También difícilmente había considerado posible venir a China; pero para Dios nada es imposible”.

Otra pieza del mosaico en esta imagen de la vocación misionera de San José y el impulso final para seguir también esta vocación fue un artículo del periódico de su diócesis -”Brixner Kirchenblatt” de enero de 1878 sobre la casa misional fundada sólo unos años antes. Unas semanas más tarde, Freinademetz escribió al Rector Arnoldo Janssen: “Reverendísimo Señor, la noticia sobre la creación de su instituto misionero, en el que descansa tan visiblemente la bendición de Dios, ha llegado hasta los rincones más remotos del Tirol. Desde hace años estoy pensando en dedicarme al servicio misionero. Por eso respetuosamente me atrevo a llamar a su puerta para ser admitido”.

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Michael Ertl nació en Alemania en 1966. Ingresó en la Congregación del Verbo Divino en 1989. Tras formarse como asistente pastoral y profesar los votos perpetuos en San Gabriel (Viena), pasó tres años en Chile, donde trabajó en la pastoral parroquial y escolar. De vuelta a Europa, pasó 14 años en una comunidad contemplativa en Bélgica y ejerció como maestro de novicios en Berlín. De 2018 a 2022 fue director espiritual del “Centro Ad Gentes” de Nemi. En 2022 fue trasladado a ITA y desde entonces vive en la casa de San José Freinademetz en Oies.