Un Verbita Obispo – Un Obispo Verbita

Autor: Obispo José Luis Corral, SVD
Tema: Vivir como un obispo Verbita
Idioma: Inglés, Español
Una tierra, con historia y rostros para abrazar.

Con mucho gusto me dispongo a compartir algo de mis vivencias en estos casi dos años de ministerio episcopal en la nueva misión que la Iglesia me ha confiado.
El 31 de agosto de 2019 fui ordenado Obispo Coadjutor de la Diócesis de Añatuya, en la Provincia de Santiago del Estero, Argentina. Y antes de los dos meses me nombran Obispo Diocesano.
La Diócesis de Añatuya fue creada en el año 1961, grande en extensión, casi 70.000 Km2., la población concentrada en algunas pequeñas ciudades y en su mayoría diseminada en comunidades rurales que suma aproximadamente 200.000 habitantes. Es una de las Diócesis más pobres del país y por lo cual la acción pastoral ha tenido desde sus inicios un marcado acento de promoción humana y social.
Cuenta con 23 parroquias, más de 350 capillas o centros comunitarios, 20 escuelas y colegios, centros de capacitación laboral, radios, hogares de niños – ancianos – discapacitados, comedores, roperos, farmacias, etc., todos estos espacios y proyectos son atendidos por 35 sacerdotes, 60 religiosas/os, numerosos laicos catequistas, promotores, animadores, etc.
La religiosidad popular es muy patente en sus devociones y prácticas, constituye un verdadero reservorio de vida y espiritualidad trasmitido de generación en generación.
Son numerosos los desafíos que en la historia de a Diócesis se intentó responder: Erradicación de ranchos y la edificación de viviendas. Al ser una zona muy árida, aislada y desprovista de agua se construyeron canales de agua, aljibes, perforaciones, caminos. Ante la falta de oportunidades de desarrollo local y escasez de recurso se promovió cooperativas y emprendimientos productivos comunitarios. Por la falta de educación y asistencia en salud, por la ausencia del Estado, en varios sectores se respondió con propuestas educativas, sanitarias y laborales. Hoy se suman nuevos desafíos como el acompañamiento y contención de personas adictas, mujeres víctimas de la violencia, niños con desnutrición, etc.
Esta pincelada con algunos rasgos puede contextualizar donde fui invitado a asumir el pastoreo como Obispo, tierra y rostros que quiero abrazar y donde quiero entregarme enteramente compartiendo la vida, la fe y la misión con estos nuevos hermanos y hermanas que el Señor me regala.

Vine a ofrecer mi corazón misionero

Antes de proseguir y adentrarme en la reflexión, quiero compartir que cuando recibí la noticia de esta designación, la viví con desconcierto por no estar en los proyectos previsibles para el camino que vislumbraba dentro de mi provincia religiosa. Pero también lo asumí con apertura y serenidad sabiendo que Dios es el que va dirigiendo la historia y que si ahora me pedía este paso podía contar con su gracia.
Claro que todo fue muy movilizador y a la vez muy rápido, era un desprendimiento grande y muchas cosas cambiaban radicalmente para mí. No puedo negar que sentía el dolor porque de repente estaba en un nuevo lugar, desconocido para mí, sin comunidad verbita y con todas las preguntas e inseguridades propias de principiante y aprendiz. Pero lo que siempre predicaba de la disponibilidad, de la prontitud, del desapego cuando la misión nos reclama y la discernimos como la voluntad de Dios mediada por la Iglesia, ahora me tocaba a mí en carne propia con nuevo alcance.
Otra razón para aceptar fue el saber que el Papa Francisco pretendía para esta Diócesis alguien que procediera de una familia religiosa y misionera; sentí que Añatuya era una Diócesis netamente misionera, con una hermosa trayectoria donde otros misioneros brindaron y lograron mucho.
Una Diócesis de gente simple y hospitalaria, con hambre de Dios y buscadora de vida digna para todos, se me representó como a mi medida y estilo, no había excusas ni justificativo para cerrarme al pedido. Por eso al pisar esta nueva misión quise ofrecer mi corazón misionero para ser aquí y ahora testigo de Jesucristo

Verbita por siempre y con mucha honra.

Hoy siento que los años vividos en la Congregación me han hecho muy feliz, recojo y atesoro innumerables experiencias que nunca dejaré de agradecer, me han provisto de todo lo que hoy puedo desplegar en esta iglesia local y sobre todo me han calado en la espiritualidad que me sostiene y nutre.
Desde formando me fui apropiando de esa expresión tan nuestra de vivir el éxodo pascual hacía las periferias y fronteras, luego el crecer en el dialogo profético con los diversos interlocutores, llegar a ser discípulos misioneros transformadores junto a los compañeros de camino poniendo en primer lugar a los últimos. Todo esto vivido desde una mística que arraigue en Dios Uno y Trino, desde el modelo encarnatorio del Verbo, desde la centralidad de la Palabra de Dios y la vivencia de la interculturalidad en el dinamismo del Espíritu.
Hoy me pienso y siento desde este rico patrimonio arnoldino y no puedo no impregnar mi estilo de ser y hacer iglesia desde ello, es como algo que no puedo esconder y que lo trasmito en mis gestos, palabras y actitudes.
En mi escudo episcopal también pude plasmar un trasfondo simbólico trinitario y mi lema es justamente el mandato misionero de Jesús a sus discípulos “Vayan y anuncien el Evangelio” – Mt. 28,19 – que nos conecta con la vocación de todos los bautizados y con la razón de ser y existir de la Iglesia.

8 VERBOS PARA ENLAZAR EN LA MISIÓN

Escojo para articular la reflexión con 8 verbos, que si bien los saco el último Capítulo General de los verbitas, no podemos desvincularlos de la herencia de la generación fundadora de nuestras congregaciones que pusieron cimientos y sembraron la semilla que luego germinó y se multiplicó.

  1. ABRIR. Abrirnos a la Palabra, a la interpretación y a la respuesta creativa a los signos de los tiempos. Vincularnos a los demás con apertura para comprender mejor y amar más. Arnoldo y José, las madres cofundadoras y los pioneros de nuestra familia nos señalaron la centralidad de las Escrituras en nuestra vida y misión. Hoy hablamos de la animación bíblica de la pastoral, volver a la Palabra como fuente de la catequesis, de la pastoral, de la liturgia, de la promoción humana.
  2. COMPARTIR y UNIR. Formando comunidades de discípulos misioneros; cultivando relaciones de confianza, apertura, corresponsabilidad, mutualidad y fraternidad. Unirse a otros en redes; a los pobres en su lucha por la justicia; unirse con otros miembros de la familia de S. Arnoldo y laicos. Cada uno tiene su propia cultura, idioma y costumbres para compartir con los demás. Compartir la Palabra y la vida. Compartir los recursos y bienes con los pobres; practicar la solidaridad con los que tienen menos. Compartir el carisma y la espiritualidad entre nosotros y con los laicos. Está en nuestro ADN el apreciar la diversidad como riqueza, desde los inicios fuimos configurados como comunidades internacionales, multiculturales y está muy presente ser respetuosos de las culturas donde pretendemos inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas. Progresivamente vamos abriendo los tesoros carismáticos a los laicos y coparticipando de la misión ya no como dueños o proveedores sino como corresponsables de una misión que nos contiene a todos. Hoy esta actitud la renombramos como sinodalidad, donde vamos haciendo el camino juntos.
  3. COMPROMETER y TESTIMONIAR. Dar testimonio de la unidad y diversidad del Reino de Dios en su apertura y universalidad en la misión intercultural que abrazamos. Nuestro mundo escucha más a los testigos que a los maestros. Redescubrir y renovar el compromiso a dar testimonio de Cristo en el mundo a través de una entrega más radical a la misión. Como decía san Arnoldo, “el misionero no es la luz, es testigo de la Luz”. El primer y principal medio que tenemos para la evangelización es el testimonio personal y comunitario; ningún plan o estrategia puede suplir el testimonio que nos hace creíbles y significativos para los demás.
  4. CONVERTIR y TRANSFORMAR. Transformarnos a nosotros mismos y transformar el mundo. Renovando y recreando relaciones, modos y estilos de vida, espíritu y criterios misioneros. Reconfigurando a nuevas situaciones, necesidades locales, desafíos actuales y nuevas formas de ser misioneros/as. El amor de Cristo y estar enraizados en su Palabra nos mueve a la permanente conversión para crecer como discípulos misioneros transformadores. La vida de san José Freinademetz nos motiva a confrontarnos con su proceso de conversión interior en su inserción en medio de los chinos. Nunca somos un producto terminado y definitivo, estamos en camino y hoy hablamos de esta necesidad de conversión y transformación permanente.
  5. DIALOGO. Somos impulsados a cultivar un diálogo íntimo con la Palabra, para que la belleza de esta “sinfonía de la Palabra” en su plenitud resuene en el mundo de hoy y en nuestras comunidades misioneras. El diálogo fraterno, el aprendizaje recíproco y el trabajo en equipo son elementos necesarios para nuestra convivencia como hermanos. El desafío es entrar en diálogo dentro de nosotros mismos, en la comunidad y en la misión con nuestros interlocutores. Quien se abre en dialogo permite que los demás entren en su hogar y a la vez dejarse hospedar en el de los otros. Tenemos en todas nuestras comunidades esos hermosos testimonios de los esfuerzos, dedicación, procesos de los misioneros y misioneras para aprender el idioma a donde fueron enviados y lograr entablar conversación con los demás.
  6. DISCERNIR y ESCUCHAR. En la oración y acción escuchar al Señor, a los demás, a la realidad misma. Escuchar con corazones y mentes abiertos las muchas maneras en que Dios nos habla. Escuchar la voz de Dios, escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres. Escucharnos unos a otros y juntos escuchar al Espíritu Santo. Escuchar que es mucho más que oír, escuchar empáticamente, escuchar lo no dicho y escuchar las divergencias, las oposiciones; lo diferente en ideas, edades, creencias, para incluir e integrar. Discernir lo que el Espíritu Santo quiere de cada uno de nosotros y de nuestras Congregaciones. Descubrir a lo que Dios nos está llamando a hacer hoy. San Arnoldo Janssen es para todos nosotros hombre de fe, maestro de discernimiento, buscaba reconocer la voluntad de Dios y cuando la veía clara nada lo detenía para realizarla y cumplirla. Hoy necesitamos el ejercicio permanente del discernimiento, personal y comunitario, para que nuestra acción no sea repetitiva ni mecánica, sino que brote de la sabiduría y lucidez de descifrar en los signos y acontecimientos de los tiempos la voluntad divina.
  7. ENRAIZAR. Permanecer arraigados profunda y constantemente en la Palabra, que se manifiesta en diversas formas, lugares, personas y realidades. Arraigar es fruto de una real encarnación allí donde el Señor nos pide florecer y fructificar; es cuando concebimos que los olores, sabores, sentires, anhelos, búsquedas de donde permanecemos y con quienes convivimos lo podemos participar. La gente con quienes compartimos percibe cuando nos hallamos a gusto y estamos con los dos pies en el lugar destinado o cuando estamos como obligados y forzados sin ganas ni convencimiento.
  8. SERVIR. Poner en primer lugar a los últimos y responder a las necesidades (espirituales y materiales) de los pobres. Nos urge el servicio amoroso de los demás en la misión. Servir como Jesús, como nuestra generación fundadora, como quienes llegaron en los inicios de nuestras comunidades que no se dejaron ganar en generosidad y que se desgastaron dando vida a veces en lo más oculto y silencioso de lo cotidiano, haciendo extraordinariamente lo ordinario. Servicio que busque llevar la ternura y la misericordia a los descartados, despertar dignidad y suscitar esperanza

Al conjugar estos verbos con la gramática que nos enseñan Arnoldo y José, Madres María y Josefa, Micaela y tantos otros vamos caminando juntos, paso a paso, codo a codo, de gracia en gracia.

Datos biográficos de P. Obispo José Luis Corral SVD

Nació el 12 de agosto de 1968 en la ciudad de Córdoba. Ingresó a la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino en 1987, en 1996 emite los votos perpetuos. Recibió la ordenación sacerdotal en 1997.
Se desempeñó en diferentes apostolados como párroco, formador y maestros de novicios en Argentina y Paraguay. También acompañó la pastoral en Maracaibo, Venezuela, en los inicios de la presencia verbita en aquel país.
Fue Superior Provincial de la Provincia Argentina Sur de los Misioneros del Verbo Divino hasta el 19 de julio de 2019, en que el Santo Padre Francisco los nombró obispo coadjutor de la diócesis de Añatuya, en la provincia de Santiago del Estero, Argentina, y luego obispo diocesano.

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El obispo José Luis Corral SVD nació el 12 de agosto de 1968 en la ciudad de Córdoba. Ingresó a la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino en 1987, en 1996 emite los votos perpetuos. Recibió la ordenación sacerdotal en 1997
Se desempeñó en diferentes apostolados como párroco, formador y maestros de novicios en Argentina y Paraguay. También acompañó la pastoral en Maracaibo, Venezuela, en los inicios de la presencia verbita en aquel país.
Fue Superior Provincial de la Provincia Argentina Sur de los Misioneros del Verbo Divino hasta el 19 de julio de 2019, en que el Santo Padre Francisco los nombró obispo coadjutor de la diócesis de Añatuya, en la provincia de Santiago del Estero, Argentina, y luego obispo diocesano.

 

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