Decálogo para una Espiritualidad de la No-Violencia

Reconocer y respetar “lo sagrado”, “lo de Dios” en todas las personas, incluyéndonos a nosotros mismos, y a cada parte de la creación. Los actos de la persona no violenta ayudan a liberar lo divino en el oponente, y a liberarlo de la oscuridad y el cautiverio.

Aceptarme profundamente, “como soy” con todos mis dones y riquezas, con mis limitaciones, mis errores, defectos y debilidades, y al darme cuenta que soy aceptada por Dios, vivir en la verdad de mi mismo, sin orgullo, sin falsas ilusiones y falsas expectativas.

Reconocer que lo que me molesta, y tal vez incluso detesto en otro, proviene de mi dificultad en admitir que esta misma realidad vive también en mí. Reconocer y empezar a renunciar a mi propia violencia, que se hace evidente cuando controlo mis palabras, gestos, reacciones.

Renunciar a la dualidad, la mentalidad del “nosotros-ellos”. Esto nos divide en gente “buena”- “mala” nos lleva a satanizar al adversario. Está a la raíz del comportamiento autoritario y excluyente. Genera racismo y hace posibles los conflictos y las guerras.

Enfrentar el miedo y encararlo con amor y no simplemente con valor y coraje.

Entender y aceptar que la “Nueva Creación”, la edificación de la “Comunidad Amada”, siempre se lleva adelante con otros. Nunca es un “acto solitario”. Esto requiere paciencia y la habilidad para perdonar.

Vernos a nosotros mismos como parte de la creación entera con la cual fomentamos una relación de amor, no de dominio, recordando que la destrucción de nuestro planeta es un problema profundamente espiritual, no simplemente un problema científico o tecnológico. Somos uno.

Aceptar el sufrimiento, incluso con alegría, si creemos que vamos a ayudar a liberar lo Divino en otros. Esto incluye la aceptación de nuestro lugar y momento de la historia con su trauma, con sus ambigüedades.

Celebrar con alegría cuando la presencia de Dios ha sido reconocida, y cuando no lo ha sido, ser capaces de ayudar a descubrirla.

Parar, bajar un cambio en el ritmo, ser pacientes, plantar semillas del amor y perdón en nuestro propio corazón y alrededor de nosotros.  Poco a poco creceremos en el amor, la compasión y la capacidad de perdonar.

ES

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