En el mes de octubre celebramos al mártir San Calixto I, encargado de las catacumbas de los mártires en la Vía Apia. En su día (14/10), el Evangelio (Lc 11,47-54) nos habla de la sangre de los mártires. Como comunidad teológica verbita, tenemos a Mons. Paulo Evaristo Arns como patrono y lo recordamos cada día 14 con motivo del centenario de su vida. Su figura representa a alguien que luchó incansablemente por los mártires y los que eran tratados injustamente en la vida cotidiana.
Para los judíos, la sangre es el lugar donde reside la vida, esa vida que, cuando se derrama sobre la tierra, clama a Dios, como ocurrió con la sangre de Abel. De hecho, desde aquel primer asesinato injusto, que simboliza los millones de muertes en nombre de la codicia, la avaricia, la explotación y el poder, ¡siguen produciéndose muertes y más muertes en nuestro mundo!
La sangre de los inocentes sigue gritando desde las entrañas de la tierra donde fue derramada. En esa lógica, Jesús dijo a los fariseos y a los maestros de la Ley: vuestros padres derramaron sangre, le quitaron la vida a los profetas, incluso en el lugar más sagrado para un judío: entre el altar y el santuario. Y todo en nombre del poder, la codicia, la avaricia y la explotación. Y Jesús menciona al profeta Zacarías, el último de la tradición profética del pueblo. En otro pasaje hablará de Juan el Bautista, al igual que la primera lectura de la Carta a los Romanos (3,24-25) nos habla de la sangre de Jesucristo que nos salva.
Aunque siempre digo que la historia nunca se repite, a veces tengo la impresión de que hoy sigue repitiéndose: muchos de los que sostienen este sistema económico de muerte están derramando la sangre y la vida de los profetas que gritan con sus testimonios, con sus palabras, pero también de los que viven día a día en silencio. “Ay de vosotros” que matáis a los hombres y mujeres poco a poco, sin quitarles la vida inmediatamente, sino en cuotas y con intereses… Como dijo el Papa Francisco: “Estamos viviendo una guerra mundial a pedazos, poco a poco”… y la sangre del pueblo sigue siendo derramada.
Para concluir esta reflexión, me gustaría compartir dos testimonios que he extraído de mi experiencia en la pastoral de la calle, junto con el proyecto “Alimentando Derechos”, que distribuye 1000 almuerzos al día a la población sin hogar en el sector bancario de la calle Tabatinguera 192, en el centro de São Paulo. El primero de ellos no me ocurrió a mí, pero me lo contó alguien que trabaja con nosotros en la Asociación Rede Rua. Ella nos contó que, después de una visita a la Municipalidad de São Paulo, por parte de algunos miembros del equipo de trabajo y algunos de nuestros compañeros, volvieron a almorzar en el lugar de servicio, en el patio de los banqueros. Allí, todos se sentaron alrededor de la mesa para comer, mientras uno de los convivientes decía emocionado: “Estoy agradecido, porque hacía 5 años que no me sentaba a la mesa a comer con alguien”. Un gesto que para nosotros es tan trivial, cotidiano, vacío de significado, para otros se convierte en un gran signo de humanidad.
El segundo testimonio tuvo lugar hace dos días, durante la celebración del Día del Niño, en la ocupación de “Nova Jerusalém”, cerca de la represa de Guarapiranga. Un niño, tras una bonita mañana de actividades, juegos, sonrisas y regalos, nos dijo a mí y a una voluntaria: “¡Son muy buena onda! Quiero ir con ustedes”. Él sabía que, a pesar de todo, estaba viviendo una vida con muchas necesidades… ya de niño vivía una vida herida, desgarrada, injusta, casi derramada en la tierra…
Mientras tengamos líderes y autoridades que no vean esto, que no tengan una visión que se preocupe con la vida, que sean humanistas, seguiremos matando profetas, seguiremos martirizando a nuestro pueblo.
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Juan Contreras Tapia, SVD, natural de Chile, es seminarista de la Congregación del Verbo Divino. Comenzó sus estudios en Chile e hizo su noviciado en Juquiá, SP. Actualmente estudia el segundo año de teología en el ITESP (Instituto Teológico S. Paulo). Desde principios de 2021 trabaja en la pastoral de la calle, junto con el proyecto Rede Rua.
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