Dar desde la Fuente Inagotable
Espiritualidad de los Acompañantes de Cuidados Paliativos

 “Importas porque eres tú, hasta el final de tu vida” – Cicely Saunders

Cuidados Paliativos a enfermos oncológicos – una respuesta marcada por un amor compasivo

Los inicios de este servicio comenzaron por el Año 2010, cuando con un grupo de laicos, -profesionales de la salud, médicos clínicos y oncólogos, servicio social, psicólogos, enfermeras, y agentes de pastoral de la salud-, acordamos iniciar una tarea inexistente y novedosa para la ciudad de Posadas. Luego de varias reuniones de organización y proyección iniciamos la tarea, que consistía en la atención de los enfermos terminales en sus domicilios, asistirlos, brindando cuidados integrales; esta acción fue llevada a cabo trabajando como voluntarios, y el Ministerio de Salud Pública por su parte nos proveía con los medicamentos necesarios para los enfermos.

Como parte de mi capacitación en el área de atencion a los enfermos terminales, participé de un curso dictado por el Instituto Nacional del Cáncer en las instalaciones del Hospital Dr Ramón Madariaga de Posadas, en dicha ocasión tuve la gran bendición de conocer al médico Paliativista, Dr Walter Cattaneo, quien me compartió su inquietud de dar inicio a los Cuidados Paliativos en la Provincia de Misiones, como respuesta a una demanda de tal especialidad. Fue a partir de ello, que nos embarcamos en ese proyecto al cual se fueron sumando otros profesionales de diferentes especialidades requeridas para formar un equipo interdisciplinario. Desde ese momento y hasta el hoy, no dejo de apasionarme cada día más por lo que hago desde mi profesión de enfermera, desde la pastoral y misión al cuidado del enfermo. Otro aspecto de capacitación fueron los cursos de Agentes de Pastoral de Salud y el Duelo interdiocesanos ofrecidos en Buenos Aires. Con el fin de fortalecer mis conocimientos y la práctica de los Cuidados Paliativos realicé una pasantía en el Hospital Tornú, en Bs As, esta especialización me permitió dedicarme con mayor conocimiento a los cuidados paliativos y a la oncología, actualmente me encuentro trabajando en sala de administración de quimioterapia para adultos en el Instituto Misionero del Cáncer Parque de la Salud Dr. Ramón Madariaga

Pasé a tu lado, te vi y me conmoví…

Seguido a mi breve reseña como M SSpS en el mundo de la salud, deseo compartir la espiritualidad que me sostiene, anima y alimenta en este servicio y cuidado de los enfermos oncológicos y más aún de los enfermos terminales, quizás suene desconcertante, pero reconozco que me apasiona estar y acompañar a cualquier ser humano, hermano mío, en el proceso de agonía; poder ser instrumento permitiendo y acompañando a un buen morir y trascender, sobre todo poder permitir que, tanto enfermo y familia puedan hacer los cierres necesarios y lograr el milagro de sanar aspectos que la medicina no puede curar.

Estoy convencida que no podría hacer nada de esto, sin antes haber realizado un viaje a mi propio ser y descubrir en mi interior, esa fuente inagotable que me viene del más allá: la espiritualidad, proceso continuo de quien nace siendo un ser espiritual a imagen y semejanza del Creador y que desea humanizarse constantemente para brindar cercanía al ser humano que sufre.

No podría estar trabajando en esta área si no fuera capaz de descubrir que cuanto más humanos nos hacemos más nos parecemos a quien entregó la vida por amor, Jesús. Él se hizo humano para humanizarnos y considero que no hay compasión, ni obra de compasión sin empatía.

Con el respeto que se merece la inolvidable Cicely Saunders, fundadora de los Cuidados Paliativos, valiéndome de sus expresiones: “Usted importa por lo que usted es. Usted importa hasta el último momento de su vida y haremos todo lo que esté a nuestro alcance, no solo para que muera de manera pacífica, sino también para que, mientras viva, lo haga con dignidad”, puedo afirmar que esa es la espiritualidad que me mueve y fortalece; la espiritualidad que traspasa cualquier credo religioso, la espiritualidad de la vida y la muerte digna, que comienza con el primer latido en el vientre materno, que sin duda es el soplo de Dios que progresivamente se va resguardando en un cuerpo humano; de  la misma manera ese soplo de Dios se retira progresivamente cuando llega la hora de trascender, de partir.

No hay nada más valioso que poder estar allí y sentir que el otro, mi hermano emprendió el camino de regreso y que no necesita llevar nada que pesa.

Para alivianar la mochila que lleva al viaje sin regreso estamos nosotros, los que por profesión o por misión acompañamos de cerca prestando los oídos, el corazón, las manos, la fortaleza espiritual y por ende, cuando lo requiere brindamos nuestros conocimientos profesionales para evitar o aliviar los síntomas que pueden producir sufrimiento; estamos allí para permitir que libremente pueda elegir cómo y dónde emprender el viaje, nosotros desconocemos la hora concreta, lo concreto es poder entablar una comunicación empática y sanadora aportando la comodidad necesaria para que el viaje suceda con el mayor desprendimiento posible, permitir que las condiciones y los espacios sean confortables.

Soy consciente que todo esto no nos quita tener que pagar el precio de amar. El duelo, sin duda lo padecemos como pago por el amor brindado o recibido de parte de la persona que se marchó o se marchará.

Me siento agradecida por el privilegio de acompañar momentos espirituales y religiosos significativos con los enfermos, como: bautismos, la reconciliación, el deseo de construir un legado para dejar a los hijos, el reencuentro entre miembros de la familia, ayudar sanar vínculos, la administración del sacramento de la unción de los enfermos; son momentos que promueven en cada uno de nosotros, profesionales, una mayor reflexión y aceptación de la muerte como proceso natural, dando sentido y misión a todo el trabajo realizado.

El encuentro con la profundidad de estos momentos me transforma a diario y es una experiencia espiritual y humana que me permite ir aprendiendo a cuidar cada aspecto de la persona, incluso más allá de lo visible.

No puedo dejar de mencionar que mi espiritualidad se fortalece cada día más, cuando los espacios comunitarios favorecen el diálogo, la escucha, la reflexión de la Palabra, la oración compartida y los vínculos sanadores a ejemplo de la Santisima Trinidad.  ¡Si no busco saciarme de la fuente inagotable, el dar me secará!

Sobre la autora:

Hna Olga Rogerio Fernández, quien pertenece a la Congregación Misioneras Siervas del Espíritu Santo, es Licenciada en Enfermería. Desde el 2003 ejerce como enfermera; y actualmente trabaja en el Instituto Misionero del Cáncer del Parque de la Salud Dr Ramón Madariaga de Posadas, Misiones, Argentina.