Consagración a María

«Ahí tienes a tu madre» (Juan 19, 27)

Fue Jesús, Virgen María
quien desde la cruz nos quiso entregar a ti,
no para atenuar sino para confirmar
su papel exclusivo de Salvador del mundo.

Si en el discípulo Juan,
te fueron confiados todos los hijos de la Iglesia
con más motivo me agrada el confiarte a ti, María,
los jóvenes del mundo.

A ti, dulce Madre,
cuya protección siempre he experimentado,
en esta tarde los vuelvo a confiar de nuevo.
Bajo tu manto, en tu protección,
ellos buscan refugio.

Tú, Madre de la Divina Gracia,
¡hazles resplandecer con la belleza de Cristo!

Los jóvenes de este siglo,
en la aurora del nuevo milenio,
viven todavía los tormentos derivados del pecado,
del odio, de la violencia,
del terrorismo y de la guerra.

Son también ellos los jóvenes
a los que la Iglesia mira con confianza consciente de que
con la ayuda de la gracia de Dios
lograrán creer y vivir
como testigos del Evangelio
en el hoy de la historia.

María,
Ayúdales a responder a su vocación.
Guíales al conocimiento del auténtico amor y bendice sus afectos.
Apóyales en el momento del sufrimiento.
Hazles mensajeros intrépidos del saludo de Cristo
en el día de Pascua: ¡la paz esté con vosotros!

Con ellos, también yo me encomiendo una vez más a ti
y con afecto confiado te repito:

«Totus tuus ego sum!» ¡Soy todo tuyo!
Y también, cada uno de ellos, conmigo te grita:
«Totus tuus! Amén.

ES

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