Bienaventuranzas a las Promotoras de JUPIC

Ellas/ellos, hacen visible la imagen de Dios en nuestra vida, iluminan nuestras relaciones y son camino de JUPIC trazado por Jesús.

Dichosas, dichosos… los pobres, humildes, indefensos, desdichados, oprimidos de la tierra; los que ponen a la luz que la “civilización del progreso” y la “sociedad de la abundancia” están llenos de engaños, y declaran que, en el ser humano, con todo su poder y con todas sus riquezas, no se basta a sí mismo; los que vivís aceptando que nada es verdaderamente suyo – por muchas cosas que tengan – salvo el amor; que devuelve, la armonía al mundo. A ustedes les digo que ya poseen el gozo del Reino de Dios.

Dichosas, dichosos… porque saben disfrutar de la naturaleza, y de todas sus ofrendas sin ejercer violencia ni generar destrucción; los que no se aprovechan de la noche para pisar la hierba o matar los pájaros; los que no usan la fuerza para ahogar el rumor del mar, ni romper el éxtasis de la belleza; los que trabajan siguiendo el ritmo de la vida. En verdad les digo que poseerán la tierra.

Dichosas, dichosos… los que lloran y sufren por la miseria de tantos, por los campos asolados, por las especies olvidadas… Los que reconocen que forman parte – aunque una parte muy pequeña – del universo y logran que toda su sinfonía se encienda y resuene en su ser diminuto. Sus lágrimas beberán la luz de las estrellas, y su sufrimiento expondrá al sol de Dios su corazón.

Dichosas, dichosos… los que tienen hambre y sed de un orden más justo… y no se conforman con no participar, de cualquier modo, en la degradación de la humanidad y de su casa, sino que buscan con esfuerzo la superación de todo egoísmo, de toda injusticia, de toda violencia, hasta hacer de la tierra un lugar de la vida, herencia para todos, y todas. Les digo que ustedes ya participan del gozo del Creador.

Dichosas, dichosos… cuando prestan ayuda a todo ser que alienta y procuran su dominio con sabiduría y amor, cuando cultivan con humildad la bondad de las cosas, cuando recuperan la rama herida y devuelven al aire al pájaro caído: los que no llevan su trabajo como un yugo, sino como encuentro de su libertad con la libertad del universo. Dios les prestará su ayuda.

Dichosas, dichosos… los que tienen los ojos limpios y ponen sin temor el corazón a la intemperie; los que se entregan con las fuentes, caminan con los ríos y miran en la noche más allá de las estrellas; los que juntan las manos para recoger la lluvia, los que no temen del viento que ahogue su voz. Porque en el reflejo de toda criatura encontraran el reflejo del buen Dios.

Dichosas, dichosos… los que, como niñas/os, dan de comer a las palomas en las plazas del mundo; los que desmantelan los misiles que amenazan a los pueblos; los que no se apuntan a las guerras, aunque los llamen cobardes; los que se ponen delante de los tanques enarbolando una bandera blanca; los que con su lucha o su amor desbaratan las semillas de toda violencia; porque están animadas/dos por el Espíritu de Dios.

Dichosas, dichosos… los que son perseguidos por ser fieles a la tierra; los que, por respetar su armonía, sufren el látigo de la incomprensión; los que no se resignan a vivir en una tierra extraña, donde mueren sin sentido el águila y las personas, la risa y el paisaje; los que, en cada rincón de este planeta, descubren la belleza y se descalzan, pues cada rincón es sagrado; los que dicen que es posible una tierra hermana. Dios mismo será su tierra.

Dichosas, dichosos, serán, aprenden a vivir sin matar, a crecer sin destruir, a caminar sin dejar desiertos detrás de sus pasos. Estén alegres y contentos, aunque tengan que sufrir por ello. Ustedes hacen posible la Tierra nueva. No duden porque Dios certificará su obra. Amén.

ES

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