Tomen y Coman

“Anhelaba comer contigo esta cena antes de sufrir” (Lc 22, 14).
Mi corazón está consumido por el dolor de tener que dejarlos.
Por eso invoqué al Padre y Él me dio
una manera de estar presente en cada uno de ustedes.

Mis sentimientos de amor, cariño y añoranza
ya anticipan la despedida.
Sí, quiero dejarte un regalo.
Quiero regalarme yo mismo
para que cada uno de ustedes pueda seguir conmigo.

Como todo lo que experimenté del Padre es cierto,
Esta es una manera de quedarme, aunque tengo que irme.
Deseo tanto que cada uno de ustedes, mis discípulos,
puedan experimentar en mí lo que he experimentado desde el Padre.
Y, a pesar de que los estoy dejando, quiero seguir vivo
y presente en ustedes como el Padre está en mí …

Tenía ser algo simple, pero profundo,
capaz de transformar el mundo. Así que elegí la cena,
porque nada es tan íntimo como la amistad que nos une.
Y compartir la comida
representa la comunión de nuestras vidas.
Por eso elegí el pan, un alimento que sostiene y sacia.

Pero quiero darte algo que es más que pan.
¡Quiero darme a mí mismo!
“¡Yo soy el pan de vida!” ¡Come, este es mi cuerpo! …
Entonces, alimentándote,
mi vida circula en cada uno de ustedes.
Es la unión perfecta del amor: yo en ti y tú en mí.
Entonces somos uno, un solo cuerpo.

De la misma manera, la sangre,
derramada en sacrificio y redención por los pecados …
Es esta sangre que os doy de bebida,
esta misma sangre generada en el seno de María,
nutrida del amor del Padre
e impregnada de la esencia de la vida.

¿Qué mejor que el vino para tomarlo?
El fruto de la vid, triturado y fermentado,
transformado en espíritu de celebración y alegría …
El vino de la alianza nueva y eterna,
el vino de nuestro amor y amistad,
y de todo lo que compartimos …

Esta es mi ¡sangre!
Toma y bebe para que circulando por tus venas
puedas participar de la vida eterna que yo disfruto con el Padre.
¡Ven! Acércate.
Este es el regalo que te doy. ¡Soy yo mismo!
¡Mi cuerpo y mi sangre!
Ahora ya no hay más despedida.
Ahora solo encuentro, permanencia, comunión.

¡No, no moriré!
La vida es más fuerte que la muerte.
Estaré con cada uno de ustedes para siempre
y los alimentaré con mi cuerpo y mi sangre.
Este es un compromiso eterno,
sellado con la sangre derramada en la cruz
y confirmado por la Resurrección.

¡Vamos, acércate!
No hay nada más que temer.
Yo soy VIDA, ya no hay muerte.
¡Ni para mí, ni para quién está conmigo!

ES

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