Los Santos son Presencia y Rostro de Dios. La Iglesia al declarar santa a una persona, destaca la presencia de Dios en nuestra vida, la comunión con Jesucristo, la unidad de toda la Iglesia en el Espíritu de Dios como signo de su señorío en el mundo. En ellos, Dios mismo nos habla y nos ofrece un signo de su Reino, hacia el cual somos atraídos por el testimonio de la verdad del Evangelio.

Veneramos su memoria por su ejemplaridad, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se fortalezca por el ejercicio de la caridad fraterna. La primera “tarea” de los santos, como personas concretas, con sus virtudes y defectos, es ser una viva referencia de la presencia liberadora y salvadora de Dios, que quiere que seamos su Pueblo y su Familia.

Dios, al comunicarse con nosotros en la vida de los Santos, lo hace de mil maneras y, con frecuencia, de forma inusual. Así sucede con San Arnoldo Janssen, quien, llevando una vida sencilla ha realizado y sigue realizando obras extraordinarias.

Quienes tomamos contacto con este modelo de vida propuesto por la Iglesia, seamos inspirados y permitamos que Dios siga manifestando su presencia y su rostro también a través de nuestro testimonio de vida.