Pastoral vocacional: la vocación de toda la pastoral

Autor: Jerzy Marian Faliszek, SVD
Tema: Pastoral vocacional
Idioma: Inglés, Español
Editorial: VivatDeus.org
Año: 2023

“Deberemos evaluar constantemente nuestros métodos de promoción vocacional y estar dispuestos a adaptarlos a las circunstancias o a reemplazarlos por otros”. (Constit. SVD,510. 2)

Introducción

Al comienzo del presente año la Congregación me ha confiado el servicio de la animación vocacional en mi Provincia. A raíz de este nombramiento fui trasladado a una comunidad donde funcionan la parroquia, el colegio y la casa de formación. Durante una reunión con los agentes pastorales de la parroquia anuncié a los reunidos que a partir de ese momento quedaban invitados a colaborar con el trabajo vocacional. Después de la reunión una señora me contó que estaba muy sorprendida al enterarse que existe la pastoral vocacional en nuestro país, pues se imaginaba que lo propio de los verbitas está en “venir de afuera”. Dicha opinión, repetida por mucha gente en otros lugares, me hizo pensar y escribir un par de líneas acerca de la necesidad de replantear nuestra pastoral vocacional y ubicarla como “estilo de nuestra vida” y eje transversal de toda la pastoral. Una pastoral que no se limite a la acción de meros “especialistas” de las vocaciones ni tampoco a las jornadas, semanas y otros “tiempos” vocacionales.

Lo vocacional: eje transversal de la pastoral

La transversalidad en la pastoral se refiere a que un mismo tema o contenido puede ser abordado por varias pastorales, logrando de este modo un mejor y más completo aprovechamiento del tema en cuestión.

El título de este artículo es mucho más que un juego de palabras. Es un sueño de una renovada comprensión y práctica de la pastoral vocacional. “Vocación” y “pastoral” son dos palabras claves que definen la esencia y la actividad de la Iglesia. Revela el carácter vocacional de la Iglesia. Ya en la misma etimología – el término latino “ecclesia” se traduce como reunión de los llamados, implícitamente por Jesucristo. La pastoral de las vocaciones nace del misterio de la Iglesia y está a su servicio. El fundamento teológico de la pastoral de las vocaciones, por tanto, “puede nacer sólo de la lectura del misterio de la Iglesia como “mysterium vocationis”.

La pastoral vocacional no conoce fronteras. No se aplica a ciertos privilegiados o a los que ya han hecho una elección de fe, ni a aquellos de los que se puede esperar una respuesta positiva, sino que se dirige a todos porque se basa en los valores fundamentales de la existencia. No es un ministerio elitista, sino universal; no es un premio para los más meritorios, sino una gracia y un don de Dios para cada persona, porque toda persona viva es llamada por Dios. Es el ministerio de todos y dirigido hacia todos. Utilizando una imagen bíblica de la pesca, reconocemos que no podemos pescar junto al acuario con la buena sensación de alcanzar a “algunos”, sino que debemos pescar con una red ancha en un vasto océano del mundo. Por ejemplo, en el caso de la vocación a la vida consagrada o el sacerdocio ministerial, podemos distinguir tres espacios y etapas de la animación vocacional: promover (para todos); provocar (para algunos) y acompañar (para pocos).

La pastoral vocacional debe estar relacionada con todas las demás dimensiones, como la familiar y cultural, la litúrgica y sacramental, la catequética y el camino de fe en el catecumenado; con diversos grupos de animación y formación cristiana (no sólo con niños y jóvenes, sino también con padres, novios, enfermos y ancianos) y movimientos.  Todos los miembros de la Iglesia, sin excluir a ninguno, tienen la gracia y la responsabilidad de fomentar las vocaciones. Solamente sobre la base de esta convicción, la pastoral vocacional podrá manifestar su rostro verdaderamente eclesial y desarrollar una acción coordinada.

Testimonio como herramienta de la pastoral vocacional

Se habla mucho estos días de la crisis de las vocaciones. Dios ciertamente da vocaciones, pero hay un problema con el ambiente desfavorable, con la condición del hombre moderno, que hace difícil leer y responder a esta llamada divina. En efecto, no tenemos una crisis de vocaciones -después de todo, Dios no limitó las vocaciones- sino una crisis de llamados.

La pastoral vocacional es el ministerio más difícil y delicado. En general, hay pocas personas que están dispuestos a asumir el rol específico de “animadores vocacionales” en sus comunidades. En realidad, su servicio debería enfocarse, en primer lugar, en la animación, coordinación de todos los miembros de congregación, diócesis o movimiento, considerándolos como “co-animadores” por su propia naturaleza. En cuanto al uso de herramientas pastorales hay que recordar que nosotros mismos somos el mejor recurso viviente. No existe nada más convincente que el testimonio de la propia vocación tan ferviente que pueda ser comunicada a los demás. No hay nada más bello que una vocación que inspira otras vocaciones y nos da pleno derecho de la paternidad y maternidad espiritual que “engendran” nuevas vocaciones.  Sólo el testimonio unánime hace efectiva la animación vocacional. Una cuestión importante que solemos suplir con atractivas publicaciones vocacionales. Para finalizar este párrafo, quiero citar el testimonio de la Hermana Anna – Verónica, publicado en el año 2015 bajo un sugestivo título” Cuando yo sea mayor, haré como la hermana”. La misma escribe: “Yo tenía siete años, en primero de la Primaria, y mi maestra era una hermana ursulina. Me impresionaba su manera de mirarnos, a nosotros, sus alumnos, procedentes de todas las clases sociales y dotados de capacidades muy diversas. Para ella, cada uno era como un hijo único; prestaba a cada uno la misma atención, la misma disponibilidad, y con el mismo deseo: hacer de manera que cada uno pudiera dar lo mejor de sí mismo, sintiéndose profundamente respetado por los demás. Esta mirada quedó grabada en mí y, joven adulta, en el momento de preguntarme sobre la orientación de mi vida, me acordé de esta hermana. Entonces pedí pasar algunos días en la comunidad para intentar percibir el secreto de esta mirada que me hacía tanto bien. Y allí me quedé…” (Éditions Saint-Agustin 2015).

Comunión de todos los carismas y vocaciones

A grandes rasgos podemos hablar de tres caminos vocacionales: el sacerdocio, la vida consagrada, y la vida laical. Los tres son igual de importantes y necesarios, cada uno con sus rasgos propios prestan un servicio a la humanidad.

En cuanto al laicado, el Vaticano II trajo un fuerte cambio a la hora de concebir la misión de los bautizados en la Iglesia y en el mundo. Esta novedad parte de la nueva ubicación de la Iglesia ante el mundo.  Es solidaria con él y considera que tiene la misión de servir al mundo. Uno de los grandes desafíos pastorales de la Iglesia de hoy es despertar en la multitud de bautizados la enorme potencia evangelizadora y transformadora.

Uno de los signos de esperanza para la vida consagrada son los laicos insertos en el carisma de las congregaciones, desde la actitud de gratuidad y desinterés, que deben ser considerados algo más que simples colaboradores. Nuestra Congregación, en varios países, ha recorrido un largo camino de misión compartida. En algunos lugares, está llamada a ver en el laicado un gran signo de los tiempos y abrirles las puertas de los corazones y espacios misioneros.

La Iglesia – comunión supone una armonía e interdependencia mutua de todos los estados de vida y vocaciones. En este sentido, la pastoral vocacional debe hablar abierta y claramente de todos los carismas y vocaciones, sin desdibujar su profunda identidad. Me refiero a la cierta “dificultad” para presentar hoy, de manera clara, la vocación al ministerio sacerdotal. Creo que dicha dificultad radica en la pérdida de entusiasmo y alegría en la realización de nuestro propio ministerio o en una idea de “igualar” todos los ministerios en nombre de una mayor “fraternidad”.  Es innegable que el Vaticano II, al enriquecer la teología del laicado, renovó también la del ministerio ordenado. “La imagen del sacerdote – líder, que lo decide todo, deja paso a la del animador y coordinador de la comunidad que ejerce su función directiva desde una mayor horizontalidad y corresponsabilidad eclesial. Vale aclarar que la teología del ministerio sacerdotal no sólo no se opone a la del sacerdocio común de todos los bautizados, sino que está a su servicio. Ambos se condicionan y se ordenan mutuamente. Difícilmente puede crecer la conciencia sacerdotal de los laicos en una comunidad sin ministros que la sirvan; como tampoco puedan desarrollarse los ministerios ordenados en una comunidad que no tenga mayoría de edad ni interés por alcanzarla” (Alfonso Pedrajas Moreno, 2008).

Conclusión

El servicio vocacional ha de ser visto como el alma de toda la evangelización y de toda la pastoral de la Iglesia y no se puede reducir a actividades cerradas en sí mismas.

La animación vocacional llega a ser siempre más acción conjunta de toda la comunidad, religiosa o parroquial, de todo el instituto o de toda la diócesis, de cada presbítero o consagrado o creyente, y para todas las vocaciones en cada fase de la vida. Si la pastoral vocacional del pasado trataba de circunscribir su campo de acción a algunas categorías de personas (“los nuestros”, los más próximos a los ambientes de Iglesia, o a aquéllos que parecían manifestar inmediatamente un cierto interés), ahora está llamada a salir a todos. El discernimiento y el cuidado de la comunidad cristiana deben extenderse a todas las vocaciones, tanto a las generadas en las formas tradicionales de la Iglesia como a los nuevos dones del Espíritu.

Y, por último, el fundamento de toda la pastoral vocacional es la oración mandada por el Señor (Mt 9,38). Ella compromete no sólo a algunas personas, sino también a todas las comunidades eclesiales.

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Jerzy Marian Faliszek, SVD
Jerzy Marian Faliszek, SVD

Padre Jerzy Marian Faliszek, SVD nació en Biecz (Polonia) en 1966. Se unió a la SVD en 1985. Fue ordenado sacerdote en 1993. Desde 1996 trabaja en Argentina. Fue vicario y párroco (1996-2002), animador vocacional (2002-2007), secretario misionero (2011-2016), director pastoral del Colegio SVD de Jujuy (2017) y director nacional de las Obras Misionales Pontificias en Argentina. (2018-2022). Actualmente vive en la Casa de Formación de Córdoba, siendo secretario misionero y animador vocacional. Es licenciado en misionología por la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba.

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