“Diálogo profético” es una expresión que tiene su origen en el Capítulo General de 2000 de mi congregación religiosa, la Sociedad del Verbo Divino, pero en las dos últimas décadas se ha impuesto como una forma nueva y poderosa de hablar del pensamiento y la práctica misioneros.

Tal como lo he desarrollado en los últimos años, el diálogo profético surge de una profunda espiritualidad y del hábito de la contemplación. Es una forma de que los discípulos disciernan lo que Dios está haciendo en el mundo y se unan a ello, por aludir a una maravillosa frase del antiguo arzobispo de Canterbury, Rowan Williams.  Puede hacerlo un discípulo por sí mismo, pero se hace mejor en comunidad, en un espíritu de confianza mutua en el que todos están convencidos de que “cada uno tiene una parte de la sabiduría”, una parte diferente, pero una parte importante.  Reflexionando, orando y discutiendo -incluso discutiendo- juntos, una comunidad se compromete en un ejercicio real de teologización contextual, examinando una situación o localidad particular, conectando la situación con la tradición teológica y las ideas misionológicas, y luego llegando a una decisión para la acción. Este diálogo es el primer paso del proceso de diálogo profético. El objetivo de este diálogo es descubrir qué tipo de acción profética hay que emprender, a la luz de lo que Dios ya está haciendo o está llamando a hacer.

Puede que el diálogo de la comunidad desemboque en la decisión de adoptar una actitud o una práctica de diálogo, un acto verdaderamente profético en algunas situaciones. Tal decisión podría consistir en iniciar o continuar un “diálogo de vida” en el contexto de la misión de la comunidad: estar presente y disponible para las personas con las que trabaja. O puede significar un diálogo de acción en el que la comunidad trabaje con personas de otras religiones o no religiosas para satisfacer las necesidades de la comunidad local: bancos de alimentos, clínicas, servicios de asesoramiento, por ejemplo. O puede significar descubrir juntos la riqueza de las creencias y la espiritualidad de los demás.

Pero otras decisiones de acción profética podrían ser el resultado del diálogo básico de reflexión y discernimiento. Puede consistir en ofrecer palabras y acciones de esperanza en situaciones casi desesperadas, como las que se dan en zonas de violencia, o después de catástrofes naturales, o en tiempos como la actual pandemia de Covid-19. Puede significar asegurarse de que la gente recibe información veraz, un servicio real en algunas situaciones en las que prevalece la desinformación o la narrativa de la mentira. Puede significar enfrentarse a la injusticia y la codicia, o trabajar por una distribución más equitativa de la riqueza o, hoy en día, por una distribución equitativa de las vacunas. Puede que en algunas situaciones, si el Espíritu “abre una puerta” a la proclamación del Evangelio, ésta sea la acción profética en la que la comunidad decida comprometerse. Sin embargo, cuando hacemos esto, tenemos que asegurarnos de que el mensaje que ofrecemos es contextualmente relevante y fielmente expresado. Al dialogar juntos, discerniremos dónde está actuando el Espíritu de Dios y así podremos unirnos, y el Espíritu nos guiará en nuestra participación. En el que probablemente fue su último artículo escrito, Robert Schreiter -participante en muchos de estos Seminarios SEDOS- hizo hincapié en que el diálogo profético era algo más que tratar de conciliar dos formas de hacer misión, en las que unos hacen hincapié en una postura dialógica y otros en una postura evangelizadora o profética de liberación. Más bien, escribe, “representa algo que debe caracterizar cualquier discurso misionero cuando se vive entre los tiempos en busca de una transformación profunda”.  Tales tiempos, ciertamente, son los nuestros.

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