Con catequistas y sacerdotes nativos

Autor: Sepp Hollweck SVD
Tema: Laicos
Idioma: Inglés, Español
SVD convent buildins in Jining (Taikia, China)
Edificios del convento SVD en Jining (Taikia, China)

Freinademetz y Anzer, ya en Hong Kong, pudieron apreciar la importancia de los catequistas; eran la columna vertebral de la misión: “Los catequistas lo tienen más fácil que nosotros. Son chinos; nosotros, por el contrario, ‘demonios europeos’”. En Shandong meridional tenían la doble función de precursores y lugartenientes. Si en un lugar había alguien interesado en la religión cristiana, se enviaba primero un catequista para estudiar el caso, sólo después llegaba el sacerdote. A veces, sin embargo, sucedía lo contrario: era el sacerdote extranjero quien primero despertaba curiosidad, luego el catequista quedaba en el lugar para “continuar el trabajo”. Las pequeñas comunidades en las aldeas eran dirigidas por catequistas.

Freinademetz veía en los catequistas algo más que simples ayudantes del misionero. Para él eran verdaderos mensajeros de la fe y, como responsables de comunidades, participaban del ministerio pastoral. Entre 1893 y 1894, cuando fue director de los cursos de formación de catequistas, redactó para ellos un pequeño reglamento (en chino y latín). En primer lugar trata sobre su vocación: “¡Considerad que Dios os ha elegido expresamente entre tantos!” El necesario mandato del Obispo es para él signo de unidad y al mismo tiempo llamada a participar en la función pastoral y docente de la Iglesia: “Cuando sois enviados a anunciar la fe, ¿no sois en verdad Apóstoles de Cristo? Si los hombres andan descarriados como ovejas sin pastor, vosotros debéis guiarlos y apacentarlos”. Si se piensa que la mayoría de los catequistas hacía apenas dos años que habían sido bautizados, se comprende cuán grande era la confianza depositada en ellos. Tanto mayor, por tanto, era la decepción de Freinademetz si los catequistas descuidaban su deber o incluso apostataban de su fe.

Freinademetz ve la función de los catequistas en un contexto mucho más amplio: “Terminada la época de los grandes emperadores y de los grandes sabios, en China iban desapareciendo los antiguos valores. Personas serias buscan ansiosos personas que, como los Apóstoles de Jesús, prediquen y señalen el recto camino. Por consiguiente, vosotros, queridos catequistas, con vuestro anuncio sois el cumplimiento de las esperanzas de mucha gente”. La gran importancia que les atribuía se correspondía con su dedicación a la formación: “Puedo afirmar que en mis quince años en China nunca estuve tan cargado de trabajo”, escribe refiriéndose al tiempo en que dirigió la escuela para catequistas.

Como Administrador después de la muerte del Obispo Anzer, insistía que las catequistas y los catequistas se reuniesen cada año durante varias semanas para la formación permanente y “ejercicios espirituales”. José Freinademetz se sentía especialmente unido a un anciano catequista llamado Wang Shuo-sin que fue monje taoísta. Durante largos años Wang fue su secretario y consejero. Fue indispensable para él en el trato con las autoridades, pues se desempeñaba muy bien en el trato oral y escrito con los funcionarios.

El misionero del Tirol tenía también hacia los sacerdotes nativos una relación de confianza semejante a la de los catequistas. En el documento preparatorio del Sínodo exige la total equiparación entre los misioneros y los sacerdotes locales: “Los sacerdotes chinos no son de segundo rango. Debería existir un único rango entre los sacerdotes, europeos o chinos sin distinción, o sea, la edad al servicio de la misión. Los sacerdotes chinos deben poder acceder a todos los cargos y títulos eclesiásticos al igual que los europeos, sin ninguna distinción”. En 1902 solicita al Superior General la admisión en la congregación del sacerdote chino Hsia y “abrir la puerta a los aspirantes chinos”. Arnoldo Janssen dudaba. Todavía más dudaban las autoridades eclesiásticas. Tendrían que pasar décadas para que Roma nombrase el primer Obispo chino. Finalmente en 1946 Pío XII nombró cardenal a Tomás Tien, que había conocido a Freinademetz siendo seminarista.

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