El Sagrado Corazón de Jesús en la Espiritualidad de San Arnoldo Janssen

Autor: Maria Inês de Aragão, SSpS
Tema: Sagrado Corazón de Jesús, Arnoldo Janssen
Idioma: Inglés, Español

La espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús está estrechamente vinculada a nuestro Santo fundador, Arnoldo Janssen, que estuvo profundamente influenciado por su devoción y la llevó consigo para animar espiritualmente sus fundaciones misioneras. Tomando como punto de partida el libro de la Hna. Franziska Carolina Rehbein, “Cautivado por el Misterio”, quien presentó aquí una síntesis de la relación de San Arnoldo con el Corazón de Jesús.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es muy antigua y siempre ha estado ligada a la contemplación de la Pasión de Jesucristo. Totalmente ignorada en el primer milenio, aparece por primera vez, con claras huellas, con la escuela cisterciense y, más tarde, en la orden franciscana. A partir del siglo XVII, a través de las visiones de Santa Margarita María Alacoque, esta devoción se popularizó, siendo uno de los focos de la Escuela Francesa de Espiritualidad, que marcó profundamente a la Iglesia en Europa Occidental.

La espiritualidad del Sagrado Corazón es muy sencilla, accesible a todas las personas. Pretende ayudar a los fieles a dirigirse a su corazón y al Corazón de Jesús, como núcleo más íntimo de la persona, donde se encuentra con su Señor. Esta devoción difunde que “El corazón de nuestro corazón es Dios mismo, con su lógica enraizada en el amor. Nos acerca al amor compasivo de Cristo por la humanidad. En ella pedimos que nos revistan de las virtudes y cualidades del Corazón del Hijo, dejándonos incendiar por el amor que lo impulsó, asemejándonos cada vez más a él y formando con él un solo cuerpo. También contempla el corazón traspasado de Jesús que, en la Cruz, se entregó por nosotros con un inmenso amor gratuito y compasivo.

En 1856, doscientos años después de las apariciones de Jesús a Santa Margarita María, se instituyó la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que se celebra cada año en el mes de junio. El movimiento que más difundió su devoción en el siglo XIX fue el Apostolado de la Oración, aprobado por el Papa Pío IX en 1849. Hoy el Apostolado es una obra pontificia. La consagración del mundo al Sagrado Corazón tuvo lugar el 16 de junio de 1875, en vísperas de la fundación de la Congregación del Verbo Divino. Desde 1800 hasta el Concilio Vaticano II se fundaron más de 400 institutos de vida religiosa con espiritualidad basada en el Corazón de Jesús, la mayoría de ellos femeninos.

Como hijo de su tiempo, Arnoldo Janssen también se impregnó de esta espiritualidad afectiva y concreta que respondía a las necesidades del cristiano sencillo. Al principio estuvo muy influenciado en su familia por el misticismo de la Baja Renania, una espiritualidad Cristocéntrica y Trinitaria. Su padre hablaba apasionadamente a sus hijos sobre la Encarnación del Verbo y rezaba con ellos el Prólogo de San Juan todos los días. Su madre, una persona silenciosa, fue testigo de una vida de oración continua, alimentada por la asistencia diaria a misa. Fue también con su padre que el niño Arnoldo conoció el Anuario de la Propagación de la Fe, que le introdujo en el amor por las misiones extranjeras.

Como joven sacerdote, sus oraciones y reflexiones ocupaban una especial devoción al Sagrado Corazón. Al principio, decidió decir la misa en honor del Sagrado Corazón los viernes, para glorificar su sacerdocio. Quería rendir homenaje a la Trinidad que habita en este Corazón. Para Arnoldo, el Corazón de Jesús era la Persona humana-divina de Jesús, el rostro humano de Dios, su amor incomprensible por la humanidad.

A partir de 1866 comenzó a dedicar especial atención al nuevo Apostolado de la Oración en su diócesis, además de las clases que administraba. Este apostolado, con una fuerte espiritualidad del Sagrado Corazón, dejó su huella en la vida de oración de Arnoldo. Su profunda motivación se convirtió en su unión fundamental con las disposiciones del Sagrado Corazón, de la que surgió el rasgo característico de su espiritualidad, expresado inicialmente así: “¡Viva el Corazón de Jesús en el corazón de todos los hombres!”.

Arnoldo se convirtió cada vez más en una morada del Sagrado Corazón, y los propósitos e intenciones de éste, los asumió como propios. Deseaba ardientemente la glorificación del Dios Trino y el cumplimiento de su voluntad salvadora para todos los hombres. El amor y la bondad de Jesús, su compasión sincera, sus virtudes humanas, sus sufrimientos y aflicciones, su actitud de entrega incondicional, sus emociones y sentimientos íntimos, todo tenía para Arnoldo su lugar y centro en el Sagrado Corazón de Jesús. Escribió así en el libro de admisión de nuevos miembros al Apostolado de la Oración: “La mejor devoción al Corazón de Jesús es conformar nuestros deseos a los deseos del Corazón de Jesús”.

A través del Apostolado de la Oración, Arnoldo también fue tomando conciencia de una variedad de situaciones eclesiales, abriendo así su mente a los grandes propósitos de la Iglesia. Su dinamismo misionero, en el poder de la oración, se reveló con el Apostolado. En 1866 comenzó con 26 grupos en la diócesis de Münster. Después de siete años, su misión en el apostolado se había extendido a varias diócesis alemanas, llegando a un total de 600 parroquias. Dos años más tarde, en 1875, en medio de muchas luchas y rechazos, Arnoldo estaba listo para iniciar la primera casa de formación misionera en la Iglesia alemana.

Dentro de su espiritualidad, Arnoldo fue viendo cada vez más el Corazón de Jesús como el Tabernáculo de la Trinidad: “Toda la Trinidad reside en el Corazón de Jesús: la Omnipotencia del Padre, la Sabiduría y la Belleza del Verbo Eterno y el Amor Generoso y Eterno del Espíritu Santo. Sin embargo, el Corazón de Jesús sigue siendo un corazón creado, un corazón humano”.

Con el tiempo, Arnoldo pasa a explicar la relación entre el Corazón de Jesús y el Espíritu Santo: “Durante su vida terrenal, el Corazón de Jesús era ya el horno ardiente lleno del amor y de la gracia del Espíritu Santo”. Arnoldo vio un doble movimiento entre el Corazón de Jesús y el Espíritu Santo: por un lado, fue el Espíritu Santo quien formó el Corazón de Jesús e hizo de él su morada; por otro lado, es del Corazón de Jesús de donde surgen todas las gracias que recibimos del Espíritu Santo, pues es a través de la encarnación de su Hijo que Dios se comunica en su insondable amor incondicional.

Al final de su vida, Arnoldo escribió: “Trataré de acercarme lo más posible a los sentimientos de Jesús, a su vida interior, a sus enseñanzas, logros, dolores y muerte. En la Eucaristía, ofreceré, junto con Cristo, al Padre y al Espíritu Santo todos mis sufrimientos y dificultades, todo lo que Dios me envíe”.

Arnoldo nos dejó un legado: encontrarnos con la Trinidad en el Corazón de Jesús para dejarnos transformar por ella. “Si alguien me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y a él vendremos y haremos nuestra casa” (Juan 14,23). Y esta morada es una morada abierta, que por la gracia del Espíritu Santo nos convierte en una Iglesia en salida.

Recemos con San Arnoldo: “¡Viva el Corazón de Jesús en el corazón de todos los hombres!

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Maria Inês de Aragão, SSpS

Maria Inês de Aragão, SSpS, es licenciada en Economía, Directora-Tesorera de Redes (Red de Solidaridad de las Misioneras Siervas del Espíritu Santo) y Coordinadora de la comunidad Madre María en Belo Horizonte, Brasil.

Una respuesta

  1. Dear Editorial Team.
    Thank you for very nice article.
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    Thank you very much.
    Peter Luong SVD.

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