Arnoldo Janssen y la voluntad de Dios

Autor: Mary Catherine, SSpS
Tema: Generación Fundadora
Idioma: Inglés, Español
Editorial: Hermanas SSpS

El dicho popular de la Divina Comedia de Dante “En tu voluntad está nuestra paz” sería un buen lema para la vida del P. Arnoldo. Cuando fue destinado a trabajar como director del Apostolado de la Oración comenzó a entender que así como honramos al Sagrado Corazón de Jesús, también debemos comenzar a unirnos a las intenciones de ese Corazón Divino. A menudo citaba a San Pablo, “Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo” (Fil 2,5). Construyó un ideal espiritual: “La mejor forma de devoción al Corazón de Jesús es hacer que nuestros deseos se conformen a los del Corazón de Cristo … Como Jesús, nosotros deberíamos vivir nuestras vidas no para nuestro propio honor y gloria, sino según la voluntad de Dios y para su gloria.”

Actuando con esta convicción de que todas las decisiones debían ser canalizadas a través de la ferviente oración, buscando la voluntad de Dios, nos mostró que no se limitó a dejarnos su ideal espiritual en el área del pensamiento y la razón. El P. Arnoldo tomó la Palabra de Dios en la Escritura seriamente y cuando leía las palabras de San Pablo: “La voluntad de Dios es su santificación” (1Tes 4,3), consideraba esto como un mandato para sí mismo y para su congregación misionera. Decía a sus seguidores que la santificación es el trabajo de Dios, pero que requiere nuestra cooperación. Una vez comentó: “Un rasgo esencial del sometimiento a Dios es el deseo de buscar su voluntad acerca de nosotros en todos los aspectos … Entonces Dios nos iluminará, nos llevará a la santidad y nos permitirá hacer todas las cosas en él, que nos da la fuerza.”

El P. Arnoldo estaba convencido de que la voluntad de Dios se nos da a conocer en las circunstancias concretas de vida. Reflexionaba piadosamente sobre la Encarnación y creía que Dios envió a su Hijo al mundo como hombre para enseñarnos quién es Dios y cómo seguir su voluntad. Por tanto, Dios sigue mostrándonos su voluntad a través de agentes humanos y a través de los acontecimientos que permite que acontezcan en nuestras vidas. Siempre estaba atento a la Palabra de Dios que está viva y activa en la Sagrada Escritura y exhortaba a sus sacerdotes, hermanos y hermanas a encontrar la voluntad de Dios en los acontecimientos de sus vidas. Sentía que Dios no permite que nos pase nada si no es para sus propios objetivos. Es importante para nosotros reconocer que Dios actúa en nuestras vidas. El P. Arnoldo siempre volvía a la enseñanza básica de San Pablo que lo había impresionado tanto cuando comenzó su trabajo para el Apostolado de la Oración: “Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.” Estaba convencido de que esforzándonos en tener los mismos sentimientos de Cristo nos conduciría a comprender y seguir la voluntad de Dios, porque Jesús vino sólo para hacer la voluntad del Padre.

El P. Arnoldo estudió la Palabra de Dios en un esfuerzo para conformar su mente y su corazón según la mente de Cristo. Este fue el primer paso para buscar la voluntad de Dios. Examinaba todos los aspectos de cada proyecto nuevo antes de tomar una decisión. También buscaba el asesoramiento de muchos obispos y otros con autoridad, ya que consideraba que ellos le dirían la voluntad de Dios acerca de la fundación de un seminario misionero. Aunque en algunas ocasiones advertía contra la consulta a demasiadas personas. En una carta al Diácono Hermann Wegener le aconsejó: “En cuanto al asesoramiento que usted buscará, le aconsejo que no consulte a demasiadas personas. Esto sólo lo confundirá. No hay ningún modo cierto de saber la voluntad de Dios en esta vida; según la enseñanza de la Iglesia, ni siquiera podemos estar seguros de la gracia santificante. Cada persona tiene que tomar por sí misma la decisión principal sobre su vocación. Si Dios le da la gracia de abrazar un estado más perfecto, con el permiso de su confesor y habiendo reflexionado sobre ello en oración con Dios, entonces puede proceder. Dios permite a los que lo buscan encontrar el camino al cielo y usa la obediencia para que la persona pueda alcanzar la mayor gracia.” Encontramos en estas palabras una idea de cómo el P. Arnoldo buscaba la voluntad de Dios en su propia vida: oración ferviente y asesoramiento de un confesor o un consejero espiritual.

Cuando comenzó con la casa de misiones, la fuerte convicción del P. Arnoldo de que hacía la voluntad de Dios hizo que siguiera adelante, incluso cuando los primeros colaboradores, el P. Bill y el seminarista Reichert lo abandonaron y había la posibilidad de que el seminarista Anzer también lo dejase. Al final de 1875 reflexionaba así: “…Incluso si el Señor en su plan inescrutable desecha a los primeros constructores, para quizás sustituirlos por otros que son mejores y más convenientes, que se haga la voluntad del Señor. Que se haga siempre su voluntad. Que él escoja sus instrumentos y los descarte como le plazca.” Oraba en aquel primer año: “Que Dios nos dé la gracia de buscar su voluntad con entusiasmo y hacernos cada vez más dignos de sus bendiciones divinas a través de la consecución de un corazón sencillo y cariñoso.”

Cuando buscaba el permiso de los obispos para la fundación de la casa de misiones y se encontró con muchos impedimentos, el P. Arnoldo expresó así su lucha: “He experimentado períodos de dura lucha y me parecía que tendría que aguantar una crucifixión si quería tener éxito. Además de esto experimenté la aflicción física y alguna adversidad. Pero me pareció que rendirse sería contrario a la voluntad de Dios. Así que persevero, sigo trabajando, y no tengo duda de que Dios quiere el proyecto y que él es el verdadero agens, que se digna usar nuestras pobres manos para este objetivo.”

Para el P. Arnoldo, la voluntad de Dios y la obediencia religiosa eran una sola cosa. Una vez escribió: “Consideren la voluntad de sus superiores como la santa voluntad de Dios e intenten obedecer con toda simplicidad y sinceridad.” Sin duda que habría estado profundamente satisfecho de leer el nuevo documento sobre la autoridad y la obediencia de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada (Mayo de 2008): “Buscar la voluntad de Dios significa buscar una amistosa y benévola voluntad que desea nuestra plenitud… La obediencia no es humillación, sino la verdad sobre la que la plenitud de las personas humanas se construye y realiza. De ahí que el creyente sienta tan ardientemente deseos de realizar la voluntad del Padre y hacer de ello su aspiración suprema.” En 1904-05 cuando seis sacerdotes fueron destinados a las misiones, el P. Arnoldo les pidió: “Por favor, reconozcan la voluntad de Dios en esta llamada a través de la obediencia religiosa, humildemente ríndanse a ella y acéptenla alegremente como un desafío.”

Al seleccionar a las Hermanas para ser enviadas a las misiones, le decía a la Hna. Josefa: “Este asunto no puede hacerse de prisa ni precipitadamente; usted debe rezar mucho y pedir a otros que recen, y luego reflexionar y tomar una decisión una vez que usted haya obtenido toda la información necesaria y haya pedido otras opiniones de quien pueda dar detalles más exactos de todo… Al mismo tiempo rece repetidamente al Espíritu Santo e invoque a los santos patronos. La importancia de una buena opción es obvia. Usted tiene que seguir la luz de arriba con toda sencillez, pero también con mucho cuidado, procurando encontrar la voluntad de Dios y cómo esta se manifiesta en la situación.” Otra vez vemos cómo buscaba la voluntad de Dios.

Creía que la oración ferviente para conocer la voluntad de Dios resolvería cualquier dificultad en la realización de algo, como escribió al P. José Freinademetz en China en lo referente a la aceptación de un sacerdote en la Congregación: “Si desea tan urgentemente hacerse miembro de nuestra Congregación, debería comenzar a rezar fervientemente, pues si ésta es de verdad la voluntad de Dios, las dificultades del camino quedarán resueltas.”

En cuanto a la fundación en Brasil el Fundador escribió: “Si es la voluntad de Dios que permanezcamos allí, él ordenará las cosas de tal modo que su divina voluntad sea revelada.” Cuando quiso establecer una misión en Chile escribió: “Ya que en este momento no podemos cumplir los requerimientos, esta no es la voluntad de Dios para nosotros. Así que no podemos oponernos si las dos personas interesadas… se acercan a otra Congregación.” Con respecto a un colegio en Santiago dice: “Si soy de la opinión de que no debería comenzar proyectos nuevos por mi propia iniciativa, sino esperar a ver el camino que la Providencia Divina señala, creo que actúo legítimamente… Puesto que Santiago es la capital de Chile y un colegio sería una gran responsabilidad para la Congregación, este principio debe aplicarse aún más y debo pedirle a Dios que tenga en cuenta mi debilidad. Si él nos quiere en Santiago debería hablarnos claramente indicando su divina voluntad… Si queremos construir un colegio y una iglesia necesitaremos mucho más dinero del que tenemos. Así que espero algunos signos adicionales sobre la voluntad de Dios.”

Siempre antes del establecimiento de una fundación nueva, el Fundador rezaba y esperaba que la voluntad de Dios se revelase más claramente. En ciertas situaciones, como en el caso de la fundación de la casa de misiones en Techny, quedó claro a través de varios acontecimientos que era la voluntad de Dios seguir adelante y rezó para que la fundación nueva correspondiera a la santa voluntad de Dios. Con respecto a una fundación en Palestina, siguió las reservas de sus consejeros y pidió al Obispo que buscara otra congregación. Escribió: “No podemos tomar el asunto por ahora; primero la voluntad de Dios debe revelarse más claramente.”

En junio de 1901 el P. Arnoldo recibió una carta de cincuenta y cinco páginas del P. Gier con una lista de sus defectos e imperfecciones. Esto le causó mucho sufrimiento al Fundador, pero él lo aceptó con gran humildad. En su discurso a la comunidad en un día de fiesta, el 19 de julio, otra vez mencionó la voluntad de su Dios como centro de su pensamiento: “Enormemente necesito oraciones. La Congregación crece rápidamente. Esta es la voluntad de Dios, que cada miembro se dedique a su trabajo… pido el amor eterno del Espíritu Santo, que me conceda su amor cada vez más… Que Dios establezca entre nosotros en todo aspecto una relación que nos ligue a su divina voluntad.” En su conferencia de despedida en San Gabriel, en junio de 1908, el Fundador concluyó sus recomendaciones para el futuro de la casa de misiones con estas palabras: “Que se haga la voluntad de Dios. Su santísima voluntad siempre debe ser adorada.”

Podemos ver en varias citas que la “voluntad de Dios” era siempre penetrante en la vida del P. Arnoldo. No sólo se esforzó con toda su capacidad para comprender esa voluntad y seguirla, sino que repetidamente se lo pedía a sus sacerdotes, hermanos y hermanas. Que sus oraciones por nosotros continúen ayudando a todos los miembros de sus tres fundaciones a hacer lo mismo.

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