La vida espiritual del P. Arnoldo Janssen fue extraordinariamente rica, como rica y variada fue su práctica devocional. El amor a la Santísima Trinidad constituyó el fundamento de toda su existencia, el núcleo central de su ser más íntimo, el objetivo y la fuerza irradiante de su celo apostólico. Janssen expresó su entera actitud en forma tan bella y sucinta que llegó a convertirse en el lema de nuestras Congregaciones: Vivat Deus unus et Trinus in cordibus nostris! (“Vida Dios Uno y Trino en nuestros corazones”). En esto reside el objetivo y la fuerza impulsora: ayudar a todos los hombres, incluidos nosotros mismos, a alcanzar la plenitud de nuestra dignidad humana: la participación en la vida de la Santísima Trinidad, unidos en los vínculos de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

La devoción a la Santísima Trinidad llegó a ser para Janssen el origen y fundamento de todo su ser, “Pues en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hech 17,28). Ella proviene y tiene sus lejanas y hondas raíces en la infancia. Su padre profesaba una especial devoción por la Santísima Trinidad, asistiendo los domingos a una segunda misa para agradecerle lo obtenido en el transcurso de la semana. En su lecho de muerte les hizo prometer a sus hijos que continuarían con esa costumbre.

Los nombres Divinos expresan el rol de cada Persona: El “Padre” es el origen de todas las cosas; el “Hijo” es el unigénito desde toda la eternidad, es la Palabra, la imagen perfecta de esa vida y de ese amor; el “Espíritu Santo” desde toda la eternidad procede del Padre y del Hijo, es fruto del amor, el vínculo de unión del Padre y del Hijo.

El modelo para un conocimiento más profundo de la Trinidad no debe ser solamente personal, sino más bien interpersonal, comunitario. Tal modelo es el que inculcó Janssen en nuestras Congregaciones: vivir la comunión trinitaria en comunidad. Dios Uno y Trino es origen, modelo y plenitud de toda comunidad humana. Participamos de su vida divina por el bautismo en el cual fuimos hechos miembros del Pueblo de Dios y discípulos de Jesucristo. Por la profesión religiosa hemos entrado en una comunidad inserta en la misión del Hijo y del Espíritu Santo, enviados por el Padre al mundo. Esta realidad crea lazos más profundos de unión entre nosotros y nos capacita para proclamar con mayor eficacia el anuncio del Evangelio. Cultivamos esos lazos fraternales por medio de la oración, las relaciones interpersonales y las actividades apostólicas comunes.

Una devoción verdadera a la Santísima Trinidad, que significa que permitamos que el amor y los ideales de la Santísima Trinidad penetren nuestra vida para que lleguen a ser la fuente de nuestro propio amor y de nuestros ideales, influirá en nuestro modo de enfocar la vida y la visión del hombre. Los miembros de las Congregaciones fundadas por Janssen, con su consagración reconocieron y aceptaron que este ideal Trinitario sería la visión compartida, la motivación común de sus existencias y sus trabajos.

Esta riqueza y profundidad de la devoción de Arnoldo Janssen a la Santísima Trinidad, se reflejó de modo relevante en las diversas elaboraciones de nuestras Constituciones (Reglas de vida). De allí, que la devoción a la Santísima Trinidad es para nuestras Congregaciones la fuerza motivadora de la vida espiritual y del celo misional. “Vida en la Trinidad” debe significarnos mucho y debemos hacer que ‘mucho’ signifique para todos los hombres.

¡Viva Dios Uno y Trino en nuestros corazones y en el corazón de todos los hombres!