El Místico de la Encarnación de Steyl

Autor: Andrzej Miotk, SVD
Tema: Navidad, Devoción Navideña
Idioma: Inglés, Español
Editorial: Arnoldus Nota – Diciembre, 2015
Año: 2015

El día de Navidad, 25 de diciembre de 1902, el P. Arnoldo Janssen en una carta a sus hermanos Gerhard, Peter, y Theodor, escribió: Celebramos verdaderamente una hermosa y santa Navidad especialmente con servicios solemnes de oración iluminados con faroles chinos y decorados con guirnaldas. A la media noche, nos pusimos en marcha desde la iglesia hasta la mayor sala de la casa, donde se preparó la cuna rodeada de luces. La llevamos en solemne procesión a la Iglesia rezando y cantando.

De esta nota lacónica no se puede suponer el carácter místico de la devoción del Fundador al Verbo Encarnado. Sin embargo, la devoción de Navidad se extendió rápida y ampliamente por la congregación, y esto se debe al aspecto peculiar de la experiencia espiritual del Fundador en los años 1883 a 1909. Al parecer, este hecho parece estar en conflicto con su actitud sobria y científica de matemático. El Padre Arnoldo quería una Congregación del Verbo Divino que proclamara la Palabra de Dios. Así, el Verbo Divino mismo se convirtió en el principio unificador de la espiritualidad de la Congregación en todas sus actividades y, finalmente, la única razón de su existencia. Siempre es conmovedor ver al P. Arnoldo inclinarse con tierno amor sobre el Nino Divino, Verbum Caro Factum Est. En este niño adoraba la bondad de Dios por medio de nuestro Salvador, que había aparecido a toda la humanidad. En este arraigado culto, tomaba al niño tiernamente en sus brazos para hablarle con amor infantil.

¿Cuál es la génesis y la forma de esta devoción de Navidad? ¿Qué significó para el Padre Arnoldo y qué sigue siendo importante para nuestra vida misionera?

El biógrafo de Padre Arnoldo, P. Hermann Fischer (1919), relató la Procesión de la cuna de Navidad en Steyl que el fundador realizaba. El Niño Jesús era llevado a la cuna preparada en la iglesia, se colocaba la paja en el salón de la casa, rodeado de velas y luces votivas. Tanto la sala y los principales corredores de la casa estaban iluminados con faroles chinos y decorados con guirnaldas. A media noche, los hermanos misioneros despertaban a todos los residentes de la casa tocando himnos de Navidad. Todos se apresuraban a ir a la iglesia, y desde allí marchaban en procesión a la sala (…)[1]

El Padre Grosse-Kappenberg recordaba: Con profunda emoción y calidez, el Padre Arnoldo luego recitaba una oración que él mismo había compuesto. Se iniciaba con la proclamación gozosa del misterio de la Navidad, la bondad de Dios nuestro Salvador ha aparecido. Después seguían las oraciones de saludo, adoración y acción de gracias, y muchas peticiones, especialmente para la obra sagrada de las misiones y de la Santa Iglesia. Entonces, de modo similar al canoso Simeón en el templo, tomaba al Niño en sus brazos en un gesto de devoción infantil, bendecía a la comunidad con él y tiernamente lo colocaba en la cuna muy bien cubierto con tela de raso. El Superior General llevaba a cabo esta ceremonia en la casa madre siempre por sí mismo (…). Lo hizo por última vez en la Navidad de 1907. Nunca olvidaré la impresión que producía aquel sacerdote de cabello gris mientras se arrodillaba ante el Niño Jesús y recitaba las oraciones que brotaban de su corazón, con su rostro radiante de devoción y santa alegría. En esas ocasiones estaba realmente en su elemento. Con un sincero, infantil, ardiente y profundamente piadoso pensamiento[2].

En esa noche santa de oración y alegría, el Padre Arnoldo estaba lleno de amor y cariño. Esta impresionante procesión con el Niño Jesús al pesebre surgió del alma del fundador de una manera muy natural.

Ya en el primer año de la Fundación, el Padre Arnoldo compró una cuna para la casa de San Miguel en Steyl a las Hermanas de Aquisgrán por 33 marcos. Para fomentar la devoción al Verbo Divino, en 1883, introdujo por primera vez la procesión del pesebre en Steyl. Según el P. Albert Rohner, la procesión del pesebre llegó a existir transformando una procesión implorante que existía para interceder por la Misión de Shandong del Sur[3] Probablemente, el Padre Arnoldo también fue inspirado por la tradición franciscana, que es el amor de San Francisco por la pobreza. Las figuras del primer pesebre en la iglesia superior de San Miguel estaban hechas de cera. Más tarde, una cuna de gran valor fue enviada a las misiones, pero el niño Jesús que había adquirido a las Hermanitas de los Pobres de Simpelveld, se mantuvo en el primer pesebre[4].

Un rito especial para la procesión aparece en el Vademécum de la Congregación de 1899. También en San Wendel, el P. Arnoldo organizó la primera procesión del pesebre y formó a los Hermanos y alumnos para realizarla bien. El Superior de la Casa de San Rafael en Roma, el P. Hermann Wegener escribió desde la Ciudad Eterna a Steyl el 1º de enero 1899: Usted tiene una hermosa cuna en la iglesia superior, igual que las que he visto en muchas de las iglesias de Roma. Curiosamente, el P. Josef Grendel, rector de San Gabriel en ese momento quería interrumpir la procesión de la cuna, pero cuando se convirtió en Superior General no había nadie como él para defender todas las tradiciones de la congregación, incluyendo la procesión del pesebre.

No sólo en la noche de Navidad, sino durante todo el tiempo de Navidad, el Padre Arnoldo adoraba la Divina Natividad. Por la noche y solo en la capilla, apagaba las luces, tomaba la imagen del Niño Jesús de la cuna, y paseaba arriba y abajo con el Niño en sus brazos, rezando y meditando, como si estuviera abrumado por el amor. Los que lo vieron quedaron impresionados y no pudieron olvidar lo que habían presenciado. Leemos en la primera historia del Jubileo de la Congregación (1900): En enero se lleva a cabo casi todos los días el Servicio de la Cuna en honor al Divino Niño suplicando la gracia de la conversión de los pobres paganos.[5]

Tener los pies en la tierra a través del misterio de la Encarnación es una herencia preciosa y una tarea de nuestra Congregación. En todas nuestras empresas hemos de procurar la continuación y finalización de la Encarnación en los corazones de los hombres. El Padre Arnoldo nos transmitió la excelencia de nuestra vocación misionera sobre la base de la Encarnación, en la que el valor de nuestro trabajo no depende de lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. Todo depende de nuestra actitud interior, la preparación y la fidelidad, el amor y la dedicación en el servicio misionero del Verbo Divino. El amor del Fundador por el Niño Jesús no era sentimental sino profundamente apostólico y misionero.

El Padre Johannes Schütte, en el inicio del Concilio Vaticano II, destacó nuestra llamada (a menudo olvidada) a interiorizar el misterio de la Encarnación como Socii Verbi Divini: Como miembros de la Sociedad del Verbo Divino, ¿no estamos obligados a promover precisamente este interior e íntima familiaridad con el eterno Verbo Divino, para meditar en Su sabiduría eterna, su belleza y amabilidad, y profundizar cada vez más en los misterios de la encarnación? ¿Tenemos grandes hombres de oración en la congregación hoy en día? En cualquier caso, rara vez se habla de ello (…) Si queremos ser dignos de nuestro nombre del Logos divino, la sabiduría eterna, debemos hacernos grandes demandas sobre nuestros logros espirituales e intelectuales. No sólo debemos vivir y trabajar bajo su nombre, sino también ser penetrados por su poder y su ejemplo, a la luz de su sabiduría y de la verdad, por su belleza y amor en todo nuestro servicio de predicacarlo a Él. Es el Verbo Divino quien une todas las variadas actividades de la Congregación.

El Padre Arnoldo Janssen estaba fascinado por el misterio de la encarnación de Dios, por su amor auto-humillante: ¡Qué grande y sublime ejemplo nuestro Salvador nos dio con su entrada en este mundo! Él no escogió la gloria y la riqueza como merecía , sino el desprecio y la pobreza. Consideremos esto cuando adoramos al Divino Salvador en la cuna, y vamos a grabar su ejemplo en nuestras mentes para que podamos imitar su humildad. La experiencia mística del misterio del amor divino dio al P. Arnoldo Janssen un significado para su vida entera. Él entendió el gran mensaje de la noche santa de Navidad de que no podemos agradar a Dios si no nos hacemos pequeños. Su deseo más preciado era que todas las personas reconocieran y compartieran este misterio: Al igual que la estrella, Él quiso brillar y proclamar el amor de Dios con rayos brillantes hasta los rincones más lejanos en todo el mundo. Inflamado por el amor de Dios encarnado, quiso inflamar a todos los demás con este Amor.

“Arnoldus Nota” Diciembre 2015, pp. 15-16.

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[1] Ver la versión en Inglés de la biografía de Fischer Vida de Arnoldo Janssen, traducida por el P. Lynk, Techny 1925, p. 451.

[2] Padre Grosse-Kappenberg, Recordando, Analecta SVD -42, p, 119-120.

[3] A. Rohner, Die Gebete Arnold Janssens, Analecta SVD-56, Romae 1982, p. 119

[4]. Felizmente hasta nuestros días, la reliquia del niño Jesús se conserva en el oratorio de la Casa de San Miguel, trasladada allí desde la habitación memorial de la Casa de San Gregorio en 2014.

[5] Padre Hermann auf der Heide, Die Missionsgenossenschaft von Steyl Jahren 1875-1900, Steyl 1900, p. 129

Una respuesta

  1. El último capítulo lanzó un lema – Nuestro nombre es nuestra misión. Resulta interesante ver, cómo a través de la historia de la congregación aparece como un cierto remordimiento de conciencia de que aún no estamos a la altura del nombre que tenemos. En este artículo apracen palabras del general Schutte que dice: “Si queremos ser dignos de nuestro nombre ….”. Y por cierto, eso de ser “mistico de la Encarnación” es de lo más actual en nuestra vida misionera en el siglo presente.

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