El primer objetivo del proceso de la formación es preparar a nuestras Hermanas para una total consagración a Dios en el seguimiento de Jesucristo, en el servicio de la Iglesia en nuestra vocación contemplativa-misionera. Decir sí a la llamada del Señor asumiendo la responsabilidad personal de madurar en la propia vocación, es un deber ineludible de todas las que han sido llamadas. Toda actitud y acción, tanto en momentos importantes como en los acontecimientos cotidianos de la vida, deberían mostrar que pertenecen completa y gozosamente a Dios. La formación es un camino de identificación gradual con la actitud de Jesucristo hacia el Padre. En todos los niveles, esta formación en nuestra Congregación está orientada a la vida de contemplación. Dado que esta actitud básica de contemplación es en última instancia un don y una acción del Espíritu Santo, fomentamos en nuestras Hermanas jóvenes la capacidad y la disposición para escuchar la llamada de Dios y responder a ella.