La Trinidad que mora en nosotros "Descansa profundamente en el corazón de Dios"

Autor: SSpSAP; Traductor: Jarlat Melvin, SVD
Tema: Constitución 116: Confianza en el Señor que nos ha llamado. El don del entendimiento.
Idioma: Inglés, Español
Editorial: Generalato SSpSAP
Año: 1997
Constitución 116: Confianza en el Señor que nos ha llamado al don del Entendimiento.
  1. La Madre María Micaela solía recordar a las Hermanas que, debido a la unidad de la naturaleza divina, el Padre y el Espíritu Santo también están presentes en el Santísimo Sacramento, junto con el Señor Eucarístico. Por tanto, el misterio de la Santísima Trinidad debe ser adorado también en la Sagrada Hostia. Ella también tenía una gran devoción al Espíritu Santo. Ya como profesora en Rendsburg solía recibir la Sagrada Comunión los lunes en honor al Espíritu Santo. Más tarde diría: Quien se esfuerza por alcanzar la perfección debe dejarse guiar por la luz del Espíritu Santo” (MMM 1 p. 25).
  2. La doctrina de la presencia de la Santísima Trinidad en el alma le atraía especialmente. A menudo se refería a Él en sus charlas con las hermanas, diciéndoles que se consideraran templos del Espíritu Santo, custodias vivientes, tronos místicos en los que mora el Santo Dios Trino. (MMM 2 pág.118)
  3. La Madre María Micaela se regocijó mucho cuando se abría un nuevo convento de Adoración porque ahora había un nuevo trono establecido donde antes no se adoraba al Señor Eucarístico. Las Hermanas la vieron como esposa del Santísimo Sacramento. (MMM1p.3)
  4. Todos los días la Madre María Micaela rezaba al Sagrado Corazón para la Consagración y para la Raza Humana y recomendaba a las hermanas que hicieran lo mismo. (MMM2p.128)
  5. Uno de los dichos favoritos de la Madre María Micaela era: Para una Sierva del Espíritu Santo, cada día debe ser un nuevo Pentecostés; cada respiración, ‘¡Ven, Espíritu Santo! cada obra ‘Envía tu Espíritu; y cada latido, Señor Jesús, ¡envíanos del Padre el Espíritu Santo! “‘(MMM 2 p. 151)
  6. La morada de la Santísima Trinidad, la obra santificadora del Espíritu Santo, el Santísimo Sacramento y el Sagrado Corazón de Jesús fueron los grandes misterios de la fe que estuvieron en el centro de la espiritualidad de las comunidades religiosas fundadas por San Arnoldo. Él habilitó a la Madre Mary Micaela y Beata María Virgo para ver la maravillosa interconexión de estos grandes misterios.
  7. Para San Arnoldo el Espíritu Santo es el don del Sagrado Corazón de Jesús, la Divina Palabra de misericordia, presente en el Santísimo Sacramento, que nos hace templos de la Santísima Trinidad y nos lleva a la plenitud de la santidad que nos hace hijas e hijos del Padre eterno en Cristo. San Arnoldo presenta claramente esta maravillosa visión espiritual en sus oraciones: “Señor Jesucristo, te adoro como el Hijo de Dios, y por mediación de tu querida Madre envíame el Espíritu Santo desde la plenitud de tu amoroso Corazón. Que Él ilumine mi ignorancia, santifica mi corazón pecador y confirma me en tu amor. Esto te lo pido por el amor del Padre y del Espíritu Santo, por tu infinita misericordia y los méritos de todos tus santos. Amén. “Y Señor Jesús, envíanos del Padre, el Espíritu Santo, El Consolador; que este Espíritu te glorifique en todas partes y al Padre en nosotros y por nosotros. Amén”.
  8. Como la Madre María Micaela, Beata María Virgo reflejó maravillosamente la visión espiritual de San Arnoldo en su propia vida y en la herencia espiritual que transmitió a las Hermanas.
  9. El 3 de junio de 1886 la Beata María Virgo hizo la Consagración al Sagrado Corazón por la cual los primeros sacerdotes SVD se unieron a la Sociedad Misionera en Steyl. (BMVp.24)
  10. En medio de todas las dificultades, Beata María Virgo se refugió en el Sagrado Corazón de Jesús, morada del Espíritu Santo. Ella escribió: “A menudo le suplico al Sacratísimo Corazón de Jesús que me envíe al Espíritu Santo, para que sea activo en mí y trabaje para mi perfección”. (BMV pág. 68)
  11. Beata María Virgo entendió su propia vida como llegar a ser como el Corazón de Jesús y su entrega sacrificado al Padre. Esa era la fuente de su fuerza y su consuelo. Ella escribió: “Todos los días me ofreceré al Padre celestial como un holocausto perfecto en unión con Jesús por medio del Espíritu Santo, para que él disponga de mí según su voluntad. La santísima voluntad de Dios será mi voluntad para siempre y siempre.” (BMVp.66)
  12. De la misma manera que Jesús sacrificó su vida al Padre en el Espíritu Santo, para que nosotros tuviéramos vida, La vida de Beata María Virgo es una participación única pero siempre nueva en esta entrega de Jesús al Padre por la humanidad. De esta entrega diaria, incluso cada hora, confiaba en que, por la misericordia, la vida y el gozo de Dios, fluirían hacia la comunidad, así como una nueva vida brota del grano de trigo que muere. (BMV pág. 156)
  13. La bienaventuranza del Padre y del Hijo consiste en la contemplación mutua, el reconocimiento y la entrega en el amor infinito y eterno que es el Espíritu Santo. Tanto para la Madre María Micaela como para Beata María Virgo, el don del entendimiento, que nos da una percepción intuitiva de los misterios de la fe, les permitió no solo creer en el misterio de la Trinidad que mora en nosotros y descansar profundamente en el corazón de Dios, sino también verlo como el horizonte que debe guiar la vida juntos en comunidad.
  14. Consciente de esta maravillosa comprensión de la Trinidad residente que es su herencia espiritual de San Arnoldo, Madre María Micaela y Beata María Virgo, recordemos la Oración a la Santísima Trinidad de la Beata Isabel de la Trinidad:

“¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme por completo de mí mismo, para que pueda estar completamente arraigado en Ti, tan inmutable y tranquilo como si mi alma ya estuviera en la eternidad. Que nada perturbe mi paz ni me atraiga de ti, oh mi inmutable Señor, pero que yo, en cada momento, penetre más profundamente en las profundidades de tu misterio! Establece mi alma en paz, haz de ella tu cielo, tu querida morada y el lugar de tu descanso.

¡Nunca te dejes solo, sino permaneces siempre allí, todos absortos en Ti, en la fe viva, sumergidos en la adoración y totalmente entregados a tu acción creadora! ¡Oh, mi Cristo a quien amo! ¡Crucificado por amor! ¡Ojalá pudiera cubrirte de gloria y amarte … hasta que muera de amor! Sin embargo, me doy cuenta de mi debilidad y te suplico que me vistas de ti mismo para identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya. Sumérgeme en ti mismo, poséeme por completo, sustitúyelo tú mismo para que mi vida no sea más que un resplandor de tu vida. ¡Entra en mi alma como Adorador, como Restaurador, como Salvador!¡Oh Palabra eterna, palabra de mi Dios!

¡Anhelo pasar mi vida escuchándote, llegar a ser completamente ‘enseñable’, para poder aprender todo de ti! A través de toda la oscuridad, todas las privaciones, toda la impotencia, anhelo mantener mis ojos siempre sobre ti y morar bajo tu gran luz. ¡Oh mi amada Estrella, fascina me tanto que no pueda apartarme de tus rayos! ¡Oh fuego consumidor, espíritu de amor! ¡Desciende dentro de mí y reproduce en mí, por así decirlo, una encarnación del Verbo, para que yo sea para él una humanidad superad aptada, en la que él pueda renovar todo su misterio! Y tú, oh Padre, inclínate hacia tu pobre criaturita y hazle sombra, contemplando en ella nada menos que a tu amado Hijo en quien te complaces. ¡Oh mi Tres, mi todo, mi beatitud, infinita soledad, inmensidad en la que me pierdo! Me entrego a ti como presa tuya. ¡Sumérgete en mí para que yo me sumerja en ti, hasta que me marche a contemplar tu luz en el abismo de tu grandeza!

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