Bendición de Dios para Misioneros en la Escuela de la Cruz

Autor: Andrzej Miotk, SVD
Tema: Arnold Janssen y la Cruz
Idioma: Inglés, Español
Editorial: Generalato SVD – Arnoldus Nota
Año: 2017

En la Cruz el Padre Fundador vio el gran don del Amor de Dios para salvar al mundo, el misterio inconcebible del poder transformador de Dios que puede abrir el corazón humano para los demás y el camino a una feliz Pascua.

El primitivo logo de la Congregación del Verbo Divino incluye una cruz encaramada en una colina, similar a la del Calvario. Este símbolo prominente representa la base firme de la obra misionera de Arnoldo Janssen. El grano evangélico de trigo debe caer y morir antes de que produzca una abundante cosecha. El itinerario misionero del fundador a nivel personal, histórico, teológico y pedagógico fue profundamente experimentado en el ámbito de la Pasión y Muerte de Cristo en la Cruz.

El desarrollo de la apreciación por la cruz en Arnoldo

La primera experiencia querida y memorable de la cruz que tuvo Arnoldo fue cuando tenía nueve años. Durante una visita a un familiar en una granja en Heulm, su madre se detuvo con él en una iglesia para hacer el Vía Crucis. La vista y el recuerdo de su madre, abrazando un libro de oraciones y arrodillándose en el suelo de piedra, recitando oraciones de una estación a otra, inspiraron al joven Arnoldo, y esta experiencia inició su particular amor por el Vía Crucis, el cual rezó a lo largo de su vida.

Josef Kleintitschen, estudiante de Arnoldo en las Ursulinas de Kempen, recordó que a Arnoldo le gustaba hablar durante las clases sobre la Pasión de Cristo narrada por la muy estimada Anne Catherine Emmerich. Cuando su padre falleció, Gerhard (1870), Arnoldo invitó a su familia a la iglesia para orar primero el Vía Crucis, y luego celebrar la misa para el difunto padre. La introducción histórica de la Congregación a la escuela de la Cruz.

El borrador de los estatutos de la Casa Misionera (Primavera de 1876) resolvió que el Vía Crucis debía ser considerado como uno de los medios espirituales para apoyar a los misioneros, y más tarde también a nuestros bienhechores. En el silencio de la Cruz, Arnoldo reflexionó sobre la voluntad de Dios y, al igual que el apóstol Andrés (patrono particular de la Congregación), permaneció bajo la Cruz escuchando la guía del Espíritu Santo. En cada casa había una gran estatua de la Madre Dolorosa que el Fundador solía venerar al final de su Vía Crucis. P. Arnoldo decidió dedicar la primera Casa Misionera en suelo alemán a la Santa Cruz (Heligkreuz, 1892). Después, sus hijos espirituales siguieron su ejemplo practicando regularmente el Vía Crucis en sus capillas y en los cementerios.

En su época de gran optimismo y fe inquebrantable en el progreso científico, Arnoldo estaba muy atraído por los grandes desarrollos e invenciones. Sin embargo, también percibió la ilusión y los límites del “crecimiento optimista” desprovisto de una visión más rigurosa de la realidad humana. Abrazó la noción religiosa que el camino de Dios para una vida exitosa viene con el amor de Cristo en la Cruz.

La experiencia personal de Arnoldo de la Cruz

El P. Arnoldo, inmerso en el Mysterium Crucis, encontró luz constante en las pruebas más duras de la vida. Su primer gran biógrafo, Hermann Fischer (1867- 1945) observó que sus secretarios tenían las mejores oportunidades de observarlo cuidadosamente. Fischer comentó: “Todos expresaron su asombro ante la calma y la resignación con la que aceptó hechos dolorosos y decepciones amargas que fueron bastante numerosas en su vida” Cuando en una ocasión recibió noticias angustiosas, informa uno de los secretarios, y le expresé mi pésame, se dio vuelta y dijo: “Estoy acostumbrado a tales golpes; recemos para que venga el bien de ellos.” Nunca perdió la compostura y poco después, durante la recreación, era tan amable y alegre como siempre. Nadie podía imaginar qué le había sucedido una pesada aflicción. A menudo me he sorprendido, reporta otro, cuán silenciosamente toma “píldoras amargas”. Su confianza en Dios era la roca en la cual se sostenía inmóvil en medio de todas las tormentas y tribulaciones.

Las meditaciones teológicas de Arnoldo sobre la cruz

Con el tiempo, el P. Arnoldo veía la cruz cada vez más desde el punto de vista de la Santísima Trinidad. La ceremonia de entrega de cruces misioneras (envío misionero), iniciada en 1879, se centró principalmente en la esencia de la misión de predicar la Cruz y el amor del Corazón de Jesús manifestado enteramente en la Cruz. Desde 1895, el envío misionero estuvo dirigió particularmente al misterio de la Santísima Trinidad, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están otorgando la cruz al misionero.

Para el Fundador, la Cruz era un requisito previo de la bendición de Dios. Creía que toda buena obra, cada nueva fundación debía estar firmemente basada en el Calvario. Eso fue particularmente experimentado al comienzo de la Casa Misionera en Steyl, cuando hubo sufrimientos asombrosos (los llamó las partículas de la cruz de Cristo), incluyendo a los primeros compañeros dejando su trabajo. En relación a esto P. Arnoldo escribió: “Le he rogado que, sino estamos totalmente de acuerdo con su voluntad divina, nos deje caer en la nada tan pronto como sea posible”.  Con ocasión del primer aniversario de la casa misionera en Steyl, el P. Arnoldo agradeció al buen Dios por la cruz y los sufrimientos que había enviada a la comunidad durante el año anterior. Además, en Nysa, había violentas tormentas de oposición y quejas entre los cohermanos por muchas razones; a lo cual respondió: “Estás empezando a sufrir, pero yo ya he sufrido mucho (…) considero una buena señal de que el sufrimiento y las cruces marquen nuestro comienzo. Todo lo que es bueno debe ser pagado con dolor. Esa es la manera de Dios de hacer las cosas. Si el querido Dios quiere la obra, tendrá éxito”. Observaba que Dios a menudo prueba a sus servidores y viendo si tienen confianza.

La escuela de la Cruz: Implicaciones para la formación

Las experiencias del fundador de la cruz generaron algunas implicaciones prácticas para la formación:

-La importancia del sacrificio

El sacrificio es un elemento necesario para un fundamento estable de la obediencia religiosa, el amor fraternal y la el observancia de las virtudes y constituciones. El Fundador escribió al P. Lux en San Gabriel: “Nos convertimos en hombres, no porque podamos trabajar sino porque podemos sufrir”. José Freinademetz dijo: “Cualquiera que se lo facilite no es un buen misionero”. Al concluir el Concilio Vaticano II el Superior General, Johannes Schütte, contribuyó con el Exercitium an- nuum (1965) sobre el tema Una Comunidad de Sacrificio. Destacó como objetivo no pasar por alto la puerta estrecha del discipulado de Cristo que es necesaria para revitalizar nuestra comunión SVD en el sacrificio, en y con Cristo, justo en un momento en que la abnegación, el sacrificio y la renuncia parecían anticuados para muchos.

-La necesidad de la fuerza y el coraje

En una carta fechada el 30 de enero de 1885, P. Arnoldo transmitió al P. Freinademetz: “¡Cuanto mayor es la angustia, tanto mayor será la luz y la fuerza! ¡Sólo sigan esperando con valentía en el Señor! (…) Así que cuando hay una tormenta a tu alrededor, no te rindas. (…) Levántate en la tormenta como un roble, y fortalece a tus cohermanos”.

-Paciencia y humildad

Paciencia y humildad son condiciones previas para una obra misionera productiva. A los misioneros impacientes, deseosos de poseer rápidamente su misión en China, el Fundador propuso utilizar el tiempo de espera para profundizar su vida espiritual a través de la meditación y la lectura espiritual, para aprender el idioma, para familiarizarse lentamente con otros misioneros, para relacionarse amistosamente con el mayor número posible de personas. Al P. Anzer, que causó tantas cruces al Fundador, escribió: “Ambos tenemos que contentarnos con lo que la Divina Providencia nos envía … Cualquier cosa buena crece lentamente. El Señor nunca espera más de nosotros de lo que podemos hacer. Pero tenemos que evitar el celo ilimitado, porque en muchas ocasiones encontramos demasiado de la naturaleza y muy poco de la gracia de Dios. Acepta esta cruz con paciencia, la cual te ha evitado otras cosas. Cuando el primer dolor haya pasado, verás más tarde que era bueno que sucediera de esta manera”. Para el P. Arnoldo, la humildad, basada en la pedagogía de Cruz, resulta positiva. La humildad permanece siempre tranquila y aparentemente sólo se arrastra los cercos y los muros. La humildad nutre buenas relaciones con los demás, y su presencia gana y abre el corazón de Dios y de los hombres.

La visión del Fundador de la Cruz no es sombría sino llena de expectación optimista. En la Cruz vio el gran don del Amor de Dios para salvar al mundo, el misterio inconcebible del poder transformador de Dios que puede abrir el corazón humano para los demás y el camino a una feliz Pascua. Per Crucem ad lucem, de la realidad de la Cruz a la Gloria del Cielo.

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