El duradero encanto de la Navidad

Autor: Antonio Pernia, SVD
Tema: El misterio paradójico de la Navidad
Idioma: Inglés, Español
Editorial: Arnoldus Nota, Diciembre
Año: 2008

Queridos cohermanos,

¡Es Navidad… otra vez! En los próximos días leeremos y reflexionaremos sobre la narración que hace el evangelio de aquella noche de hace más de 2.000 años que hoy llamamos Navidad. Una pobre pareja que hace su camino de Nazaret a Belén, un niño envuelto en pañales y que yace en un pesebre, los pastores que pernoctan y cuidan de sus rebaños, un ángel que hace el anuncio y con él una multitud de huestes celestiales que cantan y alaban a Dios; y después de algunos días, los sabios del oriente que vienen para adorar al niño. La misma historia del evangelio cada año. La misma fiesta de Navidad año tras año.

Y sin embargo la Navidad nunca ha perdido su encanto. La historia del evangelio sigue encendiendo nuestros corazones. La narración de aquella noche en Belén no deja de maravillarnos hasta el día de hoy.

Se dice que la Navidad es una fiesta de sorpresas, la celebración de lo inesperado. Es la noche en la que un pobre asno lleva el peso de las expectativas de toda la humanidad, cuando un buey hace de anfitrión al Señor de cielo, cuando se nos pide que busquemos a nuestro rey no en un palacio real, sino en un establo decrépito. Es la noche en la que los pastores se despiertan con el canto de los ángeles, cuando la tierra tiene una estrella como guía, cuando los sabios de tierras lejanas vienen para ofrecer regalos a un príncipe que no conocen y que está en un pueblo difícil de encontrar.

El escritor inglés, G. K. Chesterton, dijo una vez que para ser capaz de entender la Navidad tenemos que ponernos bocabajo. Porque en aquella noche, en el establo de Belén, todo está al revés. La virgen es madre, y la madre es una virgen. El niño es Dios, y Dios es un niño. En el corazón de la tierra está el cielo. Lo de abajo está encima, y lo de encima está debajo. Los ángeles miran desde arriba al Dios que los creó, y Dios contempla desde abajo los cielos que ha creado.

En Belén no había lugar para el Dios que creó el espacio del universo entero. Y allí donde Dios no encontró casa, todos nos sentimos en casa. Estaba anunciado un Mesías, pero nunca nos imaginamos que Dios mismo vendría. Sabíamos que Dios nos amaba, pero nunca soñamos que nos amaba tanto que se haría uno de nosotros. Pero así es como Dios ama. Así es como Dios da. Sus regalos no son nunca los que esperamos. Son siempre mayores de lo que habíamos esperado.

Todo esto, la realidad de cosas inimaginables, la posibilidad de cosas imposibles, la llegada de cosas inesperadas, es parte del significado de la Navidad. Todo esto es parte del encanto duradero de la Navidad.

Por eso la Navidad se celebra cada año. Porque la Navidad es una fiesta que nunca se añeja, nunca envejece, nunca se decolora. Contiene una verdad que toca las profundidades de nuestra vida, la esencia de nuestro ser, los fundamentos de nuestra historia. La Navidad responde a una necesidad humana que no desaparece: La necesidad de saber que hay un Dios que nos ama infinitamente y que se hace uno de nosotros. El conocimiento de esta verdad es lo que hace a la Navidad siempre real, siempre nueva, siempre relevante. Así la Navidad nunca deja de cautivar el corazón de cada ser humano, a niños y adultos, a jóvenes y ancianos, al pasado y al presente por igual.

Nuestro mundo puede ser sacudido terriblemente, o incluso ser completamente destruido por el terrorismo internacional, por la crisis financiera global o por las catástrofes naturales. Pero mientras haya hombres y mujeres que se dejen impresionar por el pesebre, hombres y mujeres que se maravillen de la historia del nacimiento de Jesús en el evangelio, siempre habrá esperanza para este mundo. Podemos perder todo en este mundo, pero mientras no perdamos la maravilla que despierta la fiesta de Navidad, estaremos salvados.

Queridos cohermanos, a la luz de lo que Chesterton dijo de la Navidad, que para ser capaces de entender la Navidad tenemos que ponernos bocabajo, se puede decir que sólo podemos realmente acoger el mensaje de la Navidad cuando estamos listos para una verdadera conversión, para un vuelco en nuestras vidas. De hecho, los primeros que acogieron el mensaje de la Navidad fueron los pastores sencillos y pobres, los que no tenían nada que perder si el mundo quedaba bocabajo. Es lo mismo con nosotros. Sólo podemos hacer propio el mensaje de la Navidad y sólo podemos vivir el significado de la Navidad si estamos listos para dar un vuelco a nuestra mentalidad y cambiar nuestra vida.

La Navidad no es en principio un misterio que deba entenderse, ni una verdad que deba explicarse. Es un niño que tenemos que encontrar de prisa, un niño para llevar con amor en nuestros brazos. En Steyl, en el cuarto donde el Fundador murió, se guarda la imagen del niño Jesús que Arnoldo Janssen tiernamente llevaba durante la procesión de la medianoche en cada celebración navideña de la comunidad. En una carta a Papua Nueva Guinea el día de Navidad de 1902, el Fundador se refiere a esta práctica y recomienda una celebración bien preparada de las fiestas de la Iglesia:

“Esta noche tuvimos una vez más una hermosa celebración navideña. En los pasillos abundaban los faroles de Navidad y toda la sala de recreación, donde pasamos a buscar al Niño Jesús, lucía muy bien con sus bellos adornos. Y los jóvenes alumnos cantaron villancicos navideños tan hermosos, impactantes y emocionantes. […] Parece que tales solemnidades son particularmente importantes para los pueblos no suficientemente formados aún en las cosas del espíritu como para poder captar lo puramente espiritual. Se hace necesario echar mano a manifestaciones de grandiosidad externa para que se sientan atraídos. Estas le dan vida al cristianismo ante sus ojos y permiten que este se impregne más profunda y fácilmente en su espíritu”. (Alt, p. 716).

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