Arnoldo Janssen, un Hombre de Diálogo

Autor: Michael Somers, SVD
Tema: Generación Fundadora
Idioma: Inglés, Español
Editorial: SVD/SSpS
Año: 2009

De vez en cuando uno puede tener la impresión de que ‘el diálogo profético’ es un concepto totalmente nuevo y una palabra de moda para describir nuestra misión hoy. Pero cuando miramos más de cerca la vida y el trabajo de Arnoldo Janssen encontramos que él era un modelo de diálogo profético en varias formas. El último Capítulo General SVD muestra que el diálogo profético significa “lo que es típicamente el modo SVD de llevar a cabo la misión” (En Diálogo con el Verbo, N° 6, 2006, pág. 7), comenzando con Arnoldo Janssen mismo.

Fue su fe en el Dios Trino lo que condujo a Arnoldo a estar abierto y atento a las necesidades del mundo, que a su turno influyeron en él, lo formaron y dieron a nuestras congregaciones su característico empuje misionero. Desde el principio, el P. Arnoldo entendió la misión como el diálogo permanente de Dios con la humanidad.

Aunque era tímido, reservado y bastante torpe en las relaciones interpersonales, sin embargo encontró caminos y medios para expresar lo que resonaba profundamente dentro de él. Fue este poder de discernir y conectar, más que cualquier otra cosa, lo que da autenticidad a la espiritualidad de Arnoldo. Esto es sólo posible cuando uno aprende a relacionarse o a dialogar significativamente: consigo mismo, con los otros, con la creación, y con Dios. Vamos a echar una mirada a algunos de estos ejemplos de diálogo de nuestro Fundador.

Consigo mismo: El P. Arnoldo estaba en contacto consigo mismo, consciente de su carácter áspero y su personalidad difícil. Su personalidad puso en peligro relaciones y amistades. Cuando su secretario le mencionó algunos comentarios críticos que se hacían sobre él, el P. Arnoldo le pidió al P. Gier que anotase los comentarios que oyera. Poco pensaba él que el P. Gier lo tomaría tan seriamente, y unas semanas más tarde le dio al P. Arnoldo 54 pequeñas páginas de críticas negativas. El P. Arnoldo hizo esfuerzos especiales para mejorar. Rezaba cada día después de la Misa: “Para con mis subordinados dame, Señor, la gracia del discernimiento, propio de un padre sabio y del corazón de una madre”! (J. Reuter, Cautivado por el Espíritu, pág. 99).

Arnoldo suscitaba admiración, pero también provocaba antagonismo. Molestó a muchos; y con frecuencia esto sucedía aparentemente por un comportamiento contradictorio, más que por la palabra predicada o la acción inspiradora. Para muchos de nosotros, Arnoldo permanece siendo un enigma, un rebelde y, con frecuencia, un fastidio. El diálogo y la conexión con cuestiones reales implica una exposición de la vulnerabilidad, comenzando con la propia vulnerabilidad de Arnoldo. Mal equipado para la tarea que tenía por delante, el P. Arnoldo sintió con mucho dolor la realidad de quién era: Su gran deseo de compartir el amor de Dios con toda la gente contradecía sus capacidades obvias. Su visión quedó enturbiada por muchas reacciones negativas y por la imposibilidad de una tarea tan enorme, que se hacía aún más difícil por el tiempo incorrecto de la historia: la Kulturkampf. En sus luchas interiores él sintió profundamente su humanidad en sus debilidades y limitaciones, pero entró en aguas más profundas. Arnoldo se permitió ser vulnerable, se liberó de todas las defensas y se abrió a la posibilidad del ridículo y el fracaso, de ser despojado del orgullo personal, de ser herido, rechazado y mal entendido. Él se entregó en el diálogo con la Palabra.

Con los otros: El P. Arnoldo leyó los signos de los tiempos de una forma desafiante y inquietante. Él tenía la libertad interior para escuchar profundamente y la iniciativa externa para responder en formas nuevas. Desde esta perspectiva, el P. Arnoldo nos enseña que el diálogo es un modo de estar presente en la historia, el diálogo no es pasivo; más bien es valeroso, agitado, y toma la iniciativa. Arnoldo tenía este espíritu atrevido hasta al punto de desechar todo lo que no produce vida en la abundancia. En aquellos días del comienzo, su participación en el Apostolado de la Oración lo condujo a tomar conciencia del mundo mas amplio. En el lenguaje del Apostolado de la Oración, sus intenciones se hicieron una con las intenciones de Dios o “las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús”. Mientras la Iglesia alemana se recogió en sí misma y en su propia crisis debido al Kulturkampf, para Arnoldo esto significaba que el Espíritu la incitaba a mirar más allá de sí mismo a las necesidades del mundo más amplio, y así sintió una nueva misión, que lo condujo a la apertura de la primera casa de misiones alemana/holandesa. “Vivimos en un tiempo cuando muchas cosas se derrumban y cosas nuevas deben ser establecidas en su lugar.” (Arnoldo Janssen a Arzobispo Melchers de Colonia, 1875)

Arnoldo era un hombre de diálogo, el diálogo con el mundo y el diálogo con Dios. “La gente puede servir a Dios y todavía dedicarse a asuntos mundanos.” No había ninguna contradicción para Arnoldo, lo vivió en tensión creativa y al mismo tiempo lo condujo a estar abierto al Espíritu y a arriesgarse en las relaciones. Mostró entusiasmo por la misión, las culturas y las lenguas en el modo en que respondía a peticiones de países de misión nuevos. Su secretario recordó como él extendía enciclopedias y mapas sobre el piso para aprender todo lo que podría sobre el país y la cultura de donde venía la petición. En su vulnerabilidad, Arnoldo podría escoger libremente: estar abierto a los otros, sin importar quién fuera el otro, mantenerse firme en sus convicciones en medio de la controversia, arriesgar su voz o acción aun cuando hubiera posibilidad de ser malentendido, rechazado, o que se rieran incluso los mismos que vivían con él, compartir su fe y visión aun cuando pudiera ser criticado, arriesgarse al fracaso; así descubría sus capacidades y su potencial.

Con la creación: El P. Arnoldo nos ayuda a reconocer que lo que da el significado verdadero a la vida son las cosas que a menudo desechamos como si tuvieran poco valor. Por ejemplo: La santidad de nuestro mundo creado. Debemos recordar que la primera PALABRA hablada por Dios fue la creación en su belleza y su diversidad (Prólogo de Juan). Esta es nuestra pasión de por vida.

Como profesor de ciencias naturales descubrió a Dios en todas las cosas y seres y a todas las cosas en Dios: “En la primavera vemos cómo las plantas, maravillosamente formadas, brotan del suelo oscuro, sucio y pronto están de pie ante nosotros en toda su belleza colorida y nos miran con ojos brillantes, cariñosos, como mensajeras de Dios. ¿De dónde vienen? El dedo de Dios, el Espíritu Santo, está trabajando aquí.” La conciencia de la presencia de Dios y la apertura al Espíritu es la clave de su espiritualidad, ya que en el corazón de la espiritualidad del P Arnoldo yace el misterio de la Santísima Trinidad. Esto fue la base de su unión con Dios, su amor por la gente, y su entusiasmo misionero. Esto afectó a cada aspecto de su vida y llegó a crear una relación profundamente personal con Dios como Padre, Hijo y Espíritu; “nosotros en Dios y Dios en nosotros.” Todo le hablaba de Dios, y Dios le hablaba en todo. Así su vida fue de discernimiento constante y de diálogo. Los miles de las cartas que escribió hablan por si mismas; estaba cerca de sus hermanas y hermanos en las misiones y los

apoyó constantemente. “Obviamente, ‘el espíritu del Fundador’ es profundamente Trinitario. Esto está arraigado en la gran devoción del Fundador a la Santísima Trinidad. Porque el diálogo de vida y el amor dentro de la Trinidad es el darse totalmente al otro.” (‘Una Palabra de P. General’, Arnoldus Nota, enero/febrero de 2007).

Con Dios: Por su devoción a la Santísima Trinidad Arnoldo procuró salvaguardar y fomentar los valores espirituales y holísticos que sostienen la vida en su significado fundamental. El diálogo debe ser tan global como sea posible y desafiar todos los movimientos que apuntan hacia la exclusividad. La visión de Arnoldo de Dios y del plan divino de la creación lo condujo a percibir en profundidad por el diálogo. Se esforzó por discernir y ver la situación entera como Dios la ve, y las contradicciones que otros encontraban irreconciliables él las abordó en tensión creativa. Es la unidad de toda la realidad, el todo que es mayor que la suma de las partes, que compromete a la persona en el diálogo.

Cuando estaba agobiado por la vida, Arnoldo se sentaba y en esos momentos de intimidad y oración, Dios era su roca, su significado, su coraje, su todo. “La oración meditativa no es un tiempo de reflexión estéril, fría; más bien debería ser un sentido diálogo amoroso con Dios.” Él descubrió que sólo en la confianza firme y la entrega total en las manos de Dios podría hacer que su sueño imposible llegara a ser una realidad. En aquellos momentos vulnerables pero llenos de gracia, Arnoldo fielmente usaba el potencial que Dios había invertido en él, sin importarle el coste. Sus debilidades se hicieron sus fuerzas y hoy tenemos el don de este “hombre tan normal”. Y más importante, ser vulnerable es conocer el poder paradójico en la entrega de nosotros mismos a Dios. Es permitir al poder del Espíritu de Dios entrar y moverse a través de nosotros. Es saber que por nosotros no podemos hacer nada, pero con un corazón que se entrega a Dios podemos hacer todas las cosas en él, que desea la gracia para nosotros en cada momento de nuestras vidas. Así podremos ser una bendición para otros como Arnoldo ha llegado a ser para cada uno de nosotros.

Publicado en “Preciosa es la vida entregada por la misión” – Año Centenario

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