La sencillez de nuestros comienzos

Autor: Antonio Pernia, SVD
Tema: Historia Verbita
Idioma: Inglés, Español
Editorial: Arnoldus Nota – Septiembre
Año: 2010

Permítanme ceder este espacio a la parte principal del Sermón Inaugural del Fundador en la apertura de la casa misionera en Steyl el 8 de septiembre de 1875. El Prelado Dr. von Essen, el pastor de Neuwerk, cantó la solemne misa mayor en la iglesia del pueblo de Steyl. Después del Evangelio, el Fundador predicó lo que fue considerado como un sermón «excesivamente largo».

Para la celebración del veinticinco aniversario de la Congregación en 1900, el Santo tuvo impresa una versión abreviada de su sermón inaugural en el libro de jubileo (que reproducimos aquí), queriendo de esta manera predicar una vez más el sermón que dio 25 años antes. Hoy vamos a escucharle predicar el sermón de nuevo para nosotros:

De hecho, es una ocasión única y poco común la que ha traído a un numeroso público a la celebración en torno al altar del Señor. La ocasión es el comienzo de un emprendimiento sagrado, consagrado a Dios, que, aunque su objetivo sólo fuera alcanzado la mitad, no puede dejar de convertirse en una fuente de salvación y de bendición para muchos miles de personas. La fundación se ha establecido muy cerca de esta iglesia de Dios, y hoy, en la fiesta más sagrada de la Natividad de María, es el día festivo en que este emprendimiento también va a nacer, cuando la casa adquirida precisamente para dicho emprendimiento se dedicará a su propósito sagrado con la bendición de la Iglesia.

Lo qué salga de este seminario de misiones aún no lo sabemos, no siempre se alcanzan los objetivos que uno busca. Sin embargo, todavía puede recabar su participación, ya que está fundada con la bendición y la aprobación de muchos obispos y tiene un noble, excelso y sublime propósito. ¿No debo hoy dirigir sus ojos hacia ese objetivo y explicarles por lo que estamos luchando?

Así pues, tengo que hablar con ustedes acerca de la noble y sublime actividad misionera de la Iglesia, porque el propósito de esta casa no es otro que ayudar a proclamar el Evangelio entre los pueblos que no conocen a Dios por completo o no lo conocen de manera correcta, para atraer a hombres jóvenes a esa tarea y enviarlos como misioneros capacitados.

Pero, alguien puede pensar: ¿Es realmente necesario? ¿No hay suficiente trabajo que hacer en el país de origen? ¿Por qué ir a tierras lejanas? Por esta razón tengo que mostrarles la necesidad de nuestro emprendimiento y tengo que guiarles a lugares lejanos, de hecho, les guiaré por toda la tierra y les mostraré cuál es la situación. El mundo entero es la viña del Señor y queremos formar y enviar a los trabajadores a la viña, en realidad, para enviarlos a las más lejanas y desatendidas partes en las que prácticamente sólo las vides salvajes crecen sin dar uvas y no producen nada, y donde todo ha crecido entre zarzas, cardos y enredaderas inútiles. Por supuesto, esos trabajadores deben primero ofrecerse como voluntarios, y así, me gustaría unir mis palabras al desafío de nuestro Divino Salvador: «La mies es mucha pero los obreiros son pocos, pidan al Senor de la mies que envie obreiros a su mies” (Mt 9, 37).

Me gustaría mostrarles: 1. Lo que es la viña del Señor y cómo es desesperada la situación en ella, de modo que toda ayuda es bienvenida, 2. ¿Por qué es tan desesperada? y 3. Después me gustaría añadir unas palabras sobre nuestro emprendimiento.

[El predicador pasó a explicar que el conjunto del género humano forma la viña del Señor. Hay alrededor de 1.500 millones de personas en la tierra. De estos, 210-220 millones son católicos (en Europa 150 millones, en América 50 millones, 5 millones en África, en Asia menos de 9 millones, y en Australia menos de la mitad de un millón). Los protestantes y ortodoxos son casi tan numerosos, y los musulmanes casi lo mismo. Esto da un total de 500-660 millones, mientras que la mayor parte, alrededor de 800-900 millones, siguen siendo paganos que no reconocen a Dios como creador del mundo ni le rezan. Esto es juzgando sólo el exterior, ya que son contados como católicos todos aquellos cuyos nombres aparecen en el registro bautismal.]

El Señor Dios había dispuesto que el cristianismo pudiera propagarse fácilmente por todo el mundo. Cristo nació en el punto central del mundo entonces conocido. Desde allí quiso difundir su mensaje divino en todas las direcciones a través de sus apóstoles. Pero la perversidad humana había tratado de llevar la obra de Dios a la nada. Por tanto, el pueblo elegido fue rechazado porque se habían mostrado tan poco dignos de la gracia divina y de su elevada vocación. Así pues, Europa ha heredado la tarea que una vez tuvo el Cercano Oriente.

La fundación está ya establecida, Europa ha dado un primer paso. A partir de ella la fe cristiana se ha extendido por el mundo para que ahora encontremos cristianos en todos los países, aunque en muchos lugares son relativamente pocos. Las misiones han experimentado un gran impulso hacia adelante. El Seminario de París en 1872 ofrece una buena comparación. Cincuenta años antes había sólo 25-27 misioneros, pero ahora tienen ese número de diócesis y casi veinte veces más misioneros.

Pero, ¿qué es eso para tanta gente? La situación es muy triste, de hecho, es una vergüenza para nosotros. Las palabras del Salvador: «Id y enseñad a todas las naciones» no son solamente para los apóstoles, sino para toda la Iglesia, y también para que nosotros trabajemos, tanto

como nos sea posible, para llevar a cabo ese mandato divino.

Un sacerdote alemán ha adoptado estos pensamientos en serio y ha empezado a trabajar para la realización de esa tarea. El buen Dios le ha ayudado y, a pesar de muchas dificultades, se las ha arreglado para recibir el apoyo necesario para hacer un comienzo modesto. Sólo Dios sabe si todo resultará en nada. Sin embargo, expresamos nuestro agradecimiento al Dador de todo bien por habernos ayudado con este principio. Esperamos que la casa alcance su propósito. La sencillez de este comienzo no debería desalentarnos. El más poderoso árbol comienza como una semilla y el más fuerte de los gigantes fue una vez un niño débil y lloriqueante. Sabemos que con nuestros recursos actuales no podemos cumplir con nuestra tarea, pero esperamos que el buen Dios provea todo lo necesario. Y él podrá hacer con nosotros lo que quiera. Si tiene éxito el seminario, agradeceremos a la gracia de Dios. Si no sale nada de él, humildemente golpearemos nuestros pechos y confesaremos que no éramos dignos de esa gracia.

[A continuación, el predicador hizo un llamamiento a la congregación para ayudar al reciente emprendimiento a través de oraciones y sacrificios.]

El P. Fritz Bornemann comenta este sermón con las siguientes palabras: «¿Cómo puede alguien hablar así? Por lo visto, no puede tratarse sino de un hombre insuperablemente realista. No se alimenta de ilusiones. No se busca a sí mismo. No trabaja para sí mismo, sino por una causa. Se manifiesta contra todas las leyes del arte. Por si acaso ha despertado en sus oyentes algún entusiasmo por la Casa de Misiones, lo frena de inmediato: Podría ser que el proyecto acabara en la nada. Y entonces tendríamos que culparnos a nosotros mismos. Tendríamos que reconocer que no habíamos sido dignos de tanta benevolencia. Eso es Arnoldo Janssen. Una espiritualidad teológicamente correcta. Dios ante todo.»

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